Desde Ranchos, provincia de Buenos Aires, Juan Pablo «Reno» González, reconocido músico indie folk y productor, repasa sus trabajos y revela: «Me apasiona ir a pescar al río y trabajar con amigos. Me gusta tocar en salas de ensayo, casas de amigos, grabar todo lo posible y tener un registro de eso, como prueba de su existencia»

Por Lucio Alan Le Moal / Fotos: Archivo Reno y Fabián Cazón

Reno se crió en la ciudad de Dolores, partido de la Provincia de Buenos Aires. Su carrera musical comenzó a finales de la década del 90 y principios del 2000/1 en plena crisis del país. Empezó a tocar a los 15 años haciendo covers de punk en vivo en “Quijote” con su primera banda “Presagio”, allá en su querido pueblo. Más adelante formó  “Roncha”, su segunda banda estilo punk rock y sacó su primer disco en formato cassette y cd, que fue grabado desde su casa con escasos recursos. Al mismo tiempo, siguió trabajando en el campo musical con dos proyectos paralelos: Fucking Time, que duró de 2001 a 2003 y llegó a sacar un disco, y Avioleta, de 2001 a 2004, con tres discos en su haber. Una vez asentado en la ciudad de La Plata, comenzó a asistir a lugares donde tocaban bandas independientes y alternativas de tipo indie rock; en ese ambiente empezó a conocer a un  grupo de gente, con quien más adelante formaría el sello Laptra. Continúo tocando como solista en vivo y acompañando a otras bandas de ese sello, tocando en “Sala B”, un espacio hecho para este nicho de música independiente. En el año 2005 nació la banda Reno y los Castores Cósmicos y su primer recital en vivo fue justamente en “Sala B”, junto a sus amigos y conocidos del ambiente. Este proyecto duró casi 11 años y sacaron cuatro discos de estudio duplicado, un vinilo y cassette de cada álbum, tocaron muchos lugares. Por ese entonces era una época donde el under musical tenía aún mucho lugar en la escena post Cromañón (boliche porteño donde hubo un incendio y murieron 194 personas). La banda tocaban con otros conjuntos consolidados y todos aprendían mutuamente. La prensa  en ese momento los consideraba parte del ambiente “indie”, aunque Reno asegura que su estilo era más folk rock, con arreglos de rock and roll y noise. Una nueva cepa que no entraba en las clásicas categorías del mercado musical. En un principio, el grupo tenía cuatro integrantes, pero entre idas y venidas, llegaron a ser tres y fueron adaptándose al contexto para presentar sus discos, esto más que nada en la última etapa de la banda, a finales del 2013. Luego de que ese proyecto haya tocado techo, apareció Ayrton Senna, en el mismo año, como una idea que surgió de charlas entre Reno y Juan Pablo Menchon, luego de su regreso al país. Reno y Menchón se conocían desde hacía un tiempo largo, ya que fueron juntos al jardín y luego en la secundaria llegaron a compartir escenario en alguna que otra ocasión. A su vez, llamaron a Federico Santana y desde una idea mucho más profunda, atmosférica y alterna, con guitarras distorsionadas, delay e influenciados por el género dream pop, surgió Ayrton Senna, que cuenta con dos LP en su haber. Actualmente este proyecto sigue en pie a pesar de sus escasas funciones como grupo y es la banda de Reno para presentarse en recitales grandes en Ciudad de Buenos Aires..

A partir del 2017, Juan Pablo González comenzó a grabar de manera solista, en formato hi fi y ese mismo año sacó “Amanecí Vestido”,  con siete canciones. En el 2018 apareció con “Fuzz”, un proyecto de siete tracks con efectos, distorsiones, guitarras, pedales y delay y a finales de 2019 “Benadryl”, compuesto por siete canciones, con su clásico estilo folk propio de su influencia por el campo y los pueblos.

Mientras tanto, Juan Pablo González continúa desarrollando su carrera musical, no solo desde el escenario como guitarrista y vocalista, sino también en su faceta de productor, ya que trabajó de forma conjunta con Natalia Drago, Antolin, Mora Riel, Ana Capalbo, por citar algunos artistas. En este ámbito, Reno asegura que siempre le gustó ayudar a componer, agregar detalles o simplemente dar su visión de lo que escuchaba. Asimismo, valora el hecho de poder trabajar en equipo y rodeado de amigos, que a la vez son grandes artistas. Actualmente se encuentra en Ranchos, un pueblo al sur de la provincia de Buenos Aires, componiendo y trabajando mucho como es su sana costumbre, esta vez de forma conjunta a la violinista Delfina Luna. Recordemos que a finales del año pasado sacó un disco dividido en dos partes, con la colaboración de sus amigos. El primero “Un Pie en la Tumba”, compuesto por un repertorio de siete canciones, y el segundo “La Soledad”, con seis: vienen a representar la culminación de la trilogía folk – freak – noise.

La entrevista posterior fue realizada de manera  personal en una visita a su casa en la ciudad de Ranchos: un viaje cargado de nostalgia por el recuerdo de viejas anécdotas de un pasado compartido entre cronista y artista.

-Ya sabemos que siempre estás a full produciendo y sacando constantemente nuevo material. Contame qué hiciste el año pasado, teniendo en cuenta que estuvo atravesado por la pandemia. ¿Encontraste en las redes y en internet herramientas para continuar trabajando de manera distante en otros proyectos?

-El año pasado lo arranqué trabado, sin ganas de hacer absolutamente nada, venía de terminar “Fuzz”, un disco en el que participaron una artista que admiro mucho como es Dona Sagarbi y también Delfina Luna. Luego de esto, estuve masterizando y mezclado en conjunto unas canciones para Baby Bossas, un proyecto de Ana Capalbo e Iván Amaya.

Posteriormente a una ataque de locura y cosas guardadas, empecé a grabar temas para lo que terminaría siendo mi disco “Un Pie en la Tumba”. Mi último trabajo, donde invito amigos a participar como Willy, Gato 107, Natalia Trueno Negro, Tani, Nina, The Troopies y demás personas amigas. A su vez, estuve produciendo a The Troopies, un dúo conformado con un chico de Puán y una chica de República Checa, que vio la luz por el sello Not Working Records.

-¿Cómo te definirías dentro del sello Laptra, ya que cada banda tiene su estilo y vos sos bastante multifacético?

-Mmmm, como una persona que le gusta hacer música y tomar cerveza. Además me apasiona ir a pescar al río, trabajar con amigos, con todo lo que eso significa. Me gusta tocar en salas de ensayo, casas de amigos, grabar todo lo posible y tener un registro de eso, como prueba de su existencia.

-En tus canciones se trasluce influencia de literatura y cine de culto, ¿podrías explayarte al respecto?

-Es lo que más me define: el cine y la literatura, incluso más que la música. Soy un enfermo por la lectura y amo ver películas. Me crié en un pueblo, lo único que podía hacer era tirar piedras a los árboles y ver películas en la tele.

-¿Qué significa para vos la ciudad de La Plata en relación a su mística indie pop?

-Me parece una ciudad que por el mismo tránsito de estudiantes universitarios y la geometría de la misma es ideal para pensar cualquier desarrollo de tipo artístico y cultural, por el flujo de gente en todos lados y por su cercanía con la ciudad capital. Siempre la ciudad de La Plata fue la cuna de las expresiones alternativas e independientes, por eso es un lugar perfecto para el desarrollo de la cultura under e indie pop.

-¿Qué opinión te merece la escena indie en España? ¿Tenes algunas bandas de referencia?

-No conozco mucho la escena indie de España y no escucho mucho ese género. Mis amigos me comentan que están haciendo muy buenas cosas. Las únicas bandas que conozco de allá son de metal, Barón Rojo principalmente.

-¿Cómo fue tu llegada al sello Laptra?

-Conocí a los chicos cuando tenían un sello llamado Cobra y luego éramos de juntarnos en la casa de Gato para cranear algunas cosas ahí, los recitales junto a amigos, juntarnos a escuchar un disco o cassette y más o menos un poco así fue surgiendo de a poco Laptra: entre amigos y conocidos del ambiente. Así fue como llegué y me uní a esa pandilla loca en el año 2003.

-¿Cómo fue el proceso de composición de tu último trabajo solista “Un pie en la tumba»?

-La verdad es que fueron dos etapas. Primero fue una explosión de todo lo que fui absorbiendo durante la cuarentena e ideas que plasmé en menos de dos semanas, y ya tenía diez temas. Lo demás fue darle color, llamando amigos para que metan voces, coros, sonidos de todo tipo. Fui probando, sacando cosas, agregando otras. Al cabo de tres meses ya tenía el disco totalmente terminado.

-Veo que invertiste en el estudio de producción. ¿Cómo viene ese proyecto? ¿Estás produciendo algún artista actualmente?

-En este momento no, pero sí estoy en un proyecto a dúo con la música y violinista Delfina Luna, con composiciones de los dos, viendo cómo va a quedar el sonido con los aparatos nuevos de mi “horrible estudio”.

-¿Qué le recomendarías a aquellos chicos que quieren introducirse en la música?

-Que toquen con lo que sea, que no miren quien hace, que pega y que no pega. Hoy en día cualquiera está a menos de diez metros de un celular, que grabe desde ahí y luego lo suba a YouYube o Bandcamp. Creo que hoy en día hay muchas más herramientas con el avance de la tecnología, sobre todo en el campo musical a la hora de producir y grabar.

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