José Ceña, músico argentino, docente y gestor cultural: “Toda comunidad debe basar la construcción de su presente y futuro a partir de un reconocimiento de lo que son sus tradiciones”

Por Jorge Daniel González.

Raíz de su tierra, poeta del viento, carta anónima de los que no han sido nombrados y forjaron las entrañas de la identidad, el hombre que pudo ver más allá de los ojos comunes de un simple humano, voz que levantó vuelo con la libertad de una ave blanca de pureza y que latía cuando el madero de seis cuerdas hacia su lado izquierdo pronunciaba un profundo análisis del corazón. Entender la sensibilidad de una leyenda viva como fue Don Atahualpa Yupanqui puede tener muchas razones y, entre las posibles similitudes entre la historia y la familia genealógica, existen encuentros como puntos de unión: así es como nace la pasión y la obligación innata de enriquecerse de valores y transmitirlos con el don del arte que parte desde la esencia de José Ceña como docente, gestor cultural y músico argentino.

“Mis abuelos se habían mudado al interior de Córdoba, viviendo una vida pueblerina en una casa con patio de tierra, con gallinero, con unos paraísos muy frondosos, por eso mi admiración de niño de Buenos Aires estaba depositada en la vida de ellos, de mis tíos, de los relatos de mi madre de su niñez; entonces cuando a los 12, 13 años me inclino hacia el estudio de la guitarra con un profesor del barrio, descubro a través de mi madre a Atahualpa Yupanqui y entiendo que su obra está basada en personas que no ocupan sus nombres en las marquesinas de ninguna avenida importante, sino en la descripción de ese elenco de hombres anónimos en los que podría yo decir tranquilamente que describen la vida de mis abuelos, de mis tíos, de mi madre. Yo hice una asociación entre ese contexto familiar y el patrimonio musical y literario de la obra de Don Ata”. Para un José Ceña niño, conocer por televisión a Yupanqui por recomendación de su madre, significó percibir con claridad el reconocimiento de un hombre sabio.

La cuestión está en preguntarse por qué la comunidad argentina debe conocer a Yupanqui, en una clara denotación de que la sociedad aún no desarrollada de identidad en términos generales ignora de su existencia: “Toda comunidad debe basar la construcción de su presente y futuro a partir de un reconocimiento de lo que son sus tradiciones, y considero que Yupanqui es la síntesis, el reservorio de eso que hace a la tradición de nuestro país; hombre nacido en Pergamino que logra constituir una obra donde en gran medida representa la sabiduría, la idiosincrasia del paisano y de los pueblos originarios, una obra donde no existen conflictos entre unos y otros, mancomunando conocimientos y tradiciones en una milonga, un estilo, una zamba, un carnavalito. Atahualpa es una síntesis profunda y cabal que muchos argentinos no la conocen”.

El poemario “Piedra Sola. Poemas del cerro” (1941) fue el primer libro de muchos de Yupanqui en los que se han destacado “El Canto del Viento” (1965), “El Payador Perseguido” (1965), “Tierra que anda” (1948) y “Cerro Bayo” (1946), este último llevado al cine con la película “Horizonte de Piedra” (1956, dirigida por Román Viñoly Barreto y filmada en Tilcara), ganadora a la Mejor Música en el Festival Internacional de cine en Checoslovaquia; Atahualpa grabó más de cincuenta discos, recorrió cuatro continentes y a partir del 22 de enero de 1972 honran con su nombre al escenario mayor de la Plaza Próspero Molina en el Festival Nacional de Cosquín, aunque mencionar logros parece poco cuando el análisis de José Ceña tiene una profundidad infinita, lejana a un mero número estadístico: “Don Ata no es únicamente un señor que se disfrazaba de gaucho y cantaba zambas y chacareras, fue un hombre con una obra literaria muy interesante, no es casual que cuando los franceses se pusieron a festejar los 200 años de la toma de la Bastilla, la Universidad de Nanterre le confía la creación de una cantata llamada La Palabra Sagrada, relacionada al significado de afán del hombre en busca de la libertad, la fraternidad y la igualdad. Por ejemplo el libro ‘Cerro Bayo’, fue la primera novela de carácter folclórico que se escribe en la literatura argentina, llevada  al cine en la película ‘Horizontes de piedra’, es decir, la obra de Don Ata es trascendental y por eso la comunidad tiene que conocerlo, porque en gran medida habla sobre quiénes somos.”

Definitivamente el desconocimiento de la identidad y las raíces de muchos argentinos está vinculada a la currícula obligatoria que los niños y jóvenes estudiantes heredan de sus egresos en los establecimientos formativos, ya que allí el proyecto educacional complementa la educación primaria hogareña y fortalece las bases del crecimiento: “¿Por qué muchos desconocen a Atahualpa? Hay un problema de deficiencia en nuestra formación y en el paso por estas instancias como la primaria y la secundaria. Yo suelo decir que entiendo que así como nosotros sabemos de Saavedra, Belgrano, Yrigoyen u otros próceres o protagonistas sociales argentinos de diferentes períodos, también hay una gran ausencia vinculada a nuestra cultura porque una persona cuando termina ese tramo de formación debe saber quién es Atahualpa, Aníbal Troilo, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Carlos Alonso, Antonio Verni, Molina Campos, de la misma manera que sabe de Facundo Quiroga, Juan Manuel de Rosas, Juan Domingo Perón, etc. La sociedad tiene una gran deuda con los referentes de nuestra cultura, músicos, escritores, pintores, poetas, actores, personajes embajadores que deberíamos saber y no se puede ignorar. Una vez, Alfredo Ábalos me dijo: ‘Si nosotros nos fortalecemos en nuestro patrimonio cultural, jamás seremos vencidos, Jamàs!!!’, y eso es real, porque si hay un arma poderosa que tiene una sociedad es su cultura. Te pueden dominar económicamente, mediáticamente, puede aplicar pedagogías de colonización como se han aplicado, pero si vos estás fortalecido culturalmente no hay manera de estar vencido. Las pedagogías de colonización se traducen en personas a quién les preguntás quién es Don Ata y te lo relacionen con Divididos y otros ni siquiera sepan”.

Por ello José también refuerza su opinión desarrollando en su contenido la responsabilidad de los medios de comunicación: “Los grandes medios masivos de comunicación trazan sus objetivos a través de las reglas del mercado, y muy equivocadamente no instalan patrimonio musical folclórico como el tango, en sus líneas de programación. Yo entiendo que las nuevas generaciones están vinculadas con otra dinámica musical, Yo crecí con Pink Floyd, Genesis, The Beatles, pero nunca he perdido de vista el eje desde el punto de vista cultural, a qué continente y país pertenezco”.

José reconoce a Yupanqui como uno de los máximos referentes a nivel latinoamericano y agrega además que el dúo compositivo que ha formado con su esposa Nenette (Antonietta Paule Pepin Fitzpatrick 1908-1990) es de los más eficaces en la historia de la música popular: “No me animaría a hacer una tabla de jerarquía entre artistas porque todos forman parte de un horizonte de potencia y transcendencia maravillosa pero escuchar a Víctor Jara, a Yupanqui, Daniel Viglietti, Chico Buarque, Alí Primera, entre otros, significa comprender de dónde somos y de dónde venimos con un grado de legitimidad y transparencia identitaria en términos culturales, condimento indispensable para poder prosperar sin negar expresiones de otras partes del mundo ni encarcelar un prejuicio estético. En cuanto a Nenette o Pablo del Cerro, como era su seudónimo, fue una increíble concertista de piano a quién Atahualpa acudía cuando terminaba una presentación; fue su referente, observadora, su compañera y ladera compositiva formando uno de los binomios más importantes de nuestra música como fueron Castillo-Troilo, Ferrer-Piazzolla, Dávalos-M.J.Castilla, Tejada Gomez-Isella, Lima Quintana-Alem, Luna-Ramírez”.

José Ceña grabó los discos “Junto al Sol” (2003), “Canciones del Mensajero” (2008), “Preguntan de dónde soy” (2018), se vinculó a la Fundación Atahualpa Yupanqui y ha realizado actividades para difundir su obra. En 2007, la Secretaría de Cultura de la Nación, a cargo de José Nun, lo convocó para realizar un homenaje por los 100 años del nacimiento de Yupanqui: fue pilar de la creación del programa “Yo tengo tantos Hermanos” (2008-2015) y además de su carrera docente, su aporte laboral en el Ministerio de Cultura le permitió encabezar congresos regionales sobre la música de raíz folclórica.

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