Opinión: El Indio Solari y su adiós a los escenarios, un anuncio que se sabía de antemano

El Indio Solari volvió a ser noticia, aunque su anuncio oficial ya era un hecho de antemano. Probablemente escucharlo a través de su propia voz sonó fuerte, pues para el deseo de miles genera una especie de frustración: generaciones enteras acompañaron sus vidas con los ritos de los shows del Indio, tanto con los Redondos o bien en su plan solista.

“Ya no tengo más ganas de seguir, de pelear en el escenario, el Indio ya cumplió su tiempo”.

Las declaraciones de Solari no solo van de la mano de un desgaste y desgano. El Indio tiene una enfermedad que la hizo pública en un reportaje que le realizó Mario Pergolini hace ya algunos años como parte de un documental. Según cuentan allegados al cantautor, el Mal de Parkinson fue avanzando en este último tiempo. Razón más que suficiente para que se aleje definitivamente de los shows.

Las reapariciones ante sus fanáticos hoy por hoy son a través de las redes sociales, constantemente lo hace. O bien quienes asistieron a recitales de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado lo vieron a través del método de holograma. Situación extraña, si las hay.

Desde que logró el estrellato con Patricio Rey, el autor de notables letras como lo es la de Ji ji ji, se ha mostrado reticente tanto ante los medios de comunicación como con su público de manera cercana: la conexión con los suyos siempre fue a través de sus canciones, que se transformaron en himnos de masas y de grandes estadios.

Sin embargo, el cuerpo se deterioró y la gran aventura sobre tablas se apagó.

Junto a su ex socio, Skay Beilinson, en tiempos redondos

 

Habría que repasar un poco su larga trayectoria artística y, por otra parte, asumir que el ícono además es un ser humano, de carne y hueso. Esto último cuesta comprender: para los fanáticos empedernidos los ídolos no son mortales.

En la década del ’70 empezó a moldearse la historia ricotera. Un Indio Solari joven, con letras e ideologías a flor de piel. Un zurdo atento y dispuesto. Las canciones como sus grandes aliadas.

El estrellato tardó en llegar. Su consagración la logró cuando ya tenía 35 años: extraño que suceda eso en el mundo del rock, pues por lo general el éxito se asocia con la juventud.

Otro aspecto para resaltar, quizás el mayor de todos, fue que como resultado de su forma de pensar nunca transó con el establishment rockero. Lo suyo fue la autogestión desde el principio hasta el final de su carrera. En ese sentido fue consecuente.

No han faltado voces críticas hacia el artista, ya sea por envidia o por manejos personales que molestaron a algunos: por ejemplo sus constantes viajes a Nueva York para conseguir una vida tranquila y poder pasear en paz. La búsqueda de esos momentos en los que no se sentía  asediado por sus simpatizantes fueron razones para darle en el blanco.

Olavarría, cuando juntó a más de 400.000 fanáticos

 

Claro está que su posición política apoyando a gobiernos de centro izquierda también se entremezcló en el debate cuando cierta parte de la prensa se tomó de ello para saltarle a la yugular: la ambigüedad entre un discurso nac & pop y sus viajes a hoteles de cinco estrellas en La Gran Manzana estadounidense fueron el mayor punto de crítica contra su persona.

Cierta vez me tocó entrevistarlo en su estudio Luzbola, en Parque Leloir. Sucedió dentro del contexto de los primeros años de volcar su carrera de manera solista. Recuerdo algo que me expresó y llamó poderosamente mi atención. En el medio de la charla, de pronto se refirió a su ex socio de banda, el guitarrista Skay Beilinson: “No entiendo cómo es que toca en lugares chicos. No lo comprendo”, se preguntó a sí mismo, con su mirada hacia el más allá.

Quizás el Indio nació para cantarle a las masas sin poder mirarlos a los ojos. O a lo mejor su función haya sido tal cual fue: hablarle a sus huestes a través canciones que les tocaran el alma. Si fue así, lo consiguió. Difícil que vuelva a repetirse algo igual en el rock argentino. Aunque si lo comparamos con el fútbol, el milagro cierta vez llegó: tuvimos un Diego Armando Maradona y llevó su tiempo para que llegara un tal Messi. Y llegó, nomás.

 

Foto: Archivo MDM.

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