Cabo Polonio, sin televisores ni agua corriente, pero como plan perfecto para conectarse con uno mismo, con el prójimo y con su belleza natural

Cabo Polonio es un balneario del Departamento de Rocha, Uruguay, pero también es un Parque Nacional. Integra el Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Para preservar su riqueza natural no se permite el ingreso de automóviles particulares al pueblo. Para llegar se debe viajar durante 30 minutos en uno de los vehículos todo terreno que atraviesa las enormes dunas y las desérticas playas. Este paraíso uruguayo fue declarado Monumento Histórico en 1976.

Cabo Polonio no es solamente sus extensas y desérticas playas, sus enormes dunas, sus islas habitadas por lobos marinos, sus pequeñas y bajas casas blancas, sus ranchos coloridos ni los personajes varios que los habitan; no es lo que tiene. Tampoco es la ausencia de agua corriente, tendido eléctrico, televisión, automóviles o calles; tampoco es lo que le falta. El Cabo (como le dicen sus lugareños uruguayos) es una experiencia, es llegar, es recorrerlo y es despedirlo; es una sensación de una irónica e inexplicable plenitud

Sobre el kilómetro 264.5 de la ruta 10 de Uruguay, dentro del departamento de Rocha, se encuentra la entrada, La Puerta del Polonio: terminal de buses y estacionamiento tarifado. Primeramente hay que arribar a Monteniveo (capital uruguaya) para luego partir hacia Cabo Polonio desde allí.

Desde Valizas se puede realizar el «tour» más panorámico para llegar a pie al Cabo Polonio. Una caminata entre dunas por unos 8 a 10 kilómetros, de acuerdo a si se sigue la línea recta o se bordea el mar y que insume un tiempo de entre una y tres horas. Hace falta un buen estado físico y elegir la hora de sol más adecuada para emprender el camino, dado que se transita a pie a través de gigantescas dunas de hasta 30 metros de altura, similares a un desierto circundando el océano.

Desde el 2009 Cabo Polonio integra el Sistema Nacional de Áreas Protegidas y para preservar su riqueza natural, minimizando el impacto del hombre en el entorno, no se permite el ingreso de vehículos particulares a la aldea. Los únicos autorizados a hacerlo son unos camiones abiertos estilo safari que parten desde la puerta y recorren esos siete kilómetros en 30 minutos, una travesía panorámica rodeando las dunas y el bosque. Otras formas de acceder son caminando, o a caballo desde allí o desde Valizas. Este Parque Natural costero está habitado por poco más de un centenar de personas comprometidas con el cuidado de la zona.

Las leyendas del siglo XVIII alimentan la idea de una tierra misteriosa que no quería ser penetrada, que debía resguardarse: su geografía resultaba peligrosa para los navegantes, ya que se trata de un cabo metido en un mar bravo que emerge en grandes roquedales, en ese entonces desconocidos. El naufragio de Joseph Polloni bautizaría al cabo: “Polonio”. Con la posterior construcción del faro comenzó la actividad pesquera y faena de los lobos marinos que habitaban en las formaciones rocosas. El tiempo y el incremento del turismo contribuyeron al abandono de la faena por parte de los pobladores, y gracias a ello surgió el conservacionismo, ecologismo y una particular armonía con la naturaleza que definen al cabo actual y atraen aún más a los turistas.

En el cabo rocoso del polonio está el faro, que puede ser visitado durante el día y desde el cual hay una vista privilegiada a todo el balneario y a las Islas Encantada, Rasa y El Islote sobre las cuales habita una colonia de lobos marinos. Es posible realizar paseos guiados en bote hasta ellas y verlos de cerca mientras toman sol.

Esta punta separa a la costa en dos playas de arena blanca y fina, silenciosas y para muchos, energéticas. La Playa Sur es la más extensa, amplia y concurrida por los pequeños bares que abren allí durante la temporada alta y por ser la menos ventosa. Es la zona de las casas blancas, de techos blancos y postal de bienvenida (y despedida) de los turistas que ingresan al cabo en camiones o caminando por el bosque.

Los días frescos, con poco equipaje, un buen calzado, protector solar y reservas de agua, muchos turistas caminan desde la Playa La Calavera hacia Valizas, este es el balneario más cercano al Cabo y por ello muchos otros hacen el camino inverso e ingresan desde allí al Polonio caminando o a caballo. Los separan entre ocho y diez kilómetros de dunas móviles de hasta 30 metros de altura (cambian de forma y de lugar por acción del viento ya que no se plantaron árboles que las arraiguen), y el Arroyo Valizas que según la creciente, puede ser cruzado en bote o a pie. Al escalar los inmensos médanos, el océano, junto a las playas semivírgenes y semisalvajes, solitarias, parece una ilusión. Yendo hacia Valizas, antes de cruzar el arroyo que desemboca en el Océano Atlántico, está el Cerro de la Buena Vista, ideal para una panorámica del balneario.

Dos kilómetros al este de Cabo Polonio está el Monte de Ombués  y frente a él, la Laguna de Castillos. En el Polonio hay escuelas de surf y alquiler de tablas durante temporada alta e intermedia. En el centro y durante todo el año lugareños y nómades manteros o en puestos, venden artesanías y recuerdos realizados con lo que recolectan en la costa, indumentaria y accesorios, entre otras cosas. La mayoría de los turistas describen a la reserva como un paraíso por las sensaciones de libertad absoluta y relajación, por las costumbres de sus pobladores y sus ideologías, sus elecciones de existencia.

Quienes elijen pasar sus noches en el Cabo lo hacen tentados por la experiencia mágica y naturalmente fascinante de vivir como lo hacen sus habitantes, desconectados y aislados de todo lo que hace a una gran ciudad, pero profundamente conectados con uno mismo, con el prójimo y la naturaleza. Otros prefieren pasar el día, tiempo suficiente para dejarse encantar y querer volver.

En las casas hay grupos electrógenos, paneles que aprovechan la energía solar o molinos que aprovechan la energía eólica, y la transforman en corriente. Durante la noche, muchos emplean candiles y velas. Mediante pozos obtienen agua subterránea o con aljibes acumulan agua de lluvia. Entonces, en el cabo hay luz y agua aunque obtenidas mediante sistemas alternativos amigables con el medio ambiente. La señal de internet es 3G, es decir, a través de celulares, y no hay televisión.

Las opciones de alojamientos son simples y rústicas casas o ranchos bajos de madera o bloques, hostels y posadas. Por la prohibición de construir y ampliar, las pocas edificaciones que hay se encuentran dispersas por todo el parque y sobre la costa, por lo que se mantiene la paz y tranquilidad incluso en temporada alta. La distribución de las mismas es arbitraria, ya que están separadas por caminos, no calles, de arena y pasto.

Gracias a la inexistencia de árboles y alumbrado público, el cabo cuenta con las noches más estrelladas y las lunas más luminosas de la costa uruguaya.

En el centro hay restaurantes y bares que ofrecen las especialidades y excentricidades de Leo, Dani y otros. Comidas al paso, chivitos, milanesas, buñuelos de algas, platos elaborados con pescado y mariscos, trufas, etc. Lugares de decoración llamativa que al caer la noche, ofrecen recitales espontáneos a la luz de los faroles.

La temporada alta de los destinos turísticos costeros del Uruguay es durante el verano, comienza a fines de diciembre y finaliza en la Semana de Turismo (en Marzo o Abril). En esta época el cabo recibe un mayor flujo de personas, principalmente jóvenes, y por ello abren todos los bares y restaurantes, pero conserva el encanto de un lugar perdido, la paz. Por la escasa cantidad de edificaciones, las reservas para estas fechas deben realizarse con mucha anticipación. En temporada baja, es cuando el cabo despliega todo su misticismo y permite a quienes lo visiten reconectarse o desconectarse junto al calor de alguna estufa.

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