Ezequiel Ábalos es escritor, periodista, poeta, músico y realizador audiovisual desde hace treinta años.
Participó en Rock & Pop, pasó por FM La Boca, FM Radioactiva y FM La Tribu. Escribió dos años en la revista Music Expert y en los 12 números de la segunda etapa de El Porteño, entre 1999 y el 2000.
También estuvo en “Rock & Sports” en América Sports, “Volver Rock” en canal Volver y “Quizás porque” para canal Encuentro. También fue parte de la serie de programas “Mandioca, la madre de los chicos” en 2012.
Dirigió la película U.O.R.C. Teatro de Operaciones, filmada en 1986 en la discoteca Cemento con el espectáculo llevado a cabo por el grupo de experimentación teatral argentino llamado Organización Negra. Fue el director y realizador del cortometraje policial negro humorístico «Operación Norte», junto a Pipo Cipolatti y Eduardo Cano, estrenada en el año 1984.
Editó libros de historia acerca del rock en la Argentina, “Historias del Rock de acá” (1995) Editora AC, “Pequeñas anécdotas del Rock de acá”, (2004) edición de autor y en el 2009 “Rock de Acá – 1 – Los primeros años” – edición de autor, que incluye un CD con 6 horas de entrevistas a los pioneros del Rock en la Argentina. Detrás llegaron nuevos libros de rock.
Forma parte de la F.L.I.A. (Feria del Libro Independiente y Autogestiva), y editó cuatro libros de poesía, Dioptría (2001), Sí a la Inseguridad (2003), Buen Viaje (2005) y Puño y Letra (2008) y dos libros de cuentos acerca de sus viajes por la ciudad de Buenos Aires, “Tiburones, un viaje a Florida” (2007) e “Ida y vuelta a La Boca” – (2008).
Junto a Orge Asprea fueron campeones de Slam Capital en el año 2017, el certamen de poesía escénica de competición argentina.
Como músico integra el colectivo poético social tropi punk Os Picantes junto a Pablo Chapas, Pablo Strucchi y Damo Naimad.
Además, desde hace más de veinte años tiene un emprendimiento familiar de frutas y mermeladas orgánicas en Baradero, provincia de Buenos Aires.
-Ezequiel, ¿por dónde andas?
-Baradero. En una chacra en la que tenemos un emprendimiento familiar de higos hace más de veinte años y estamos en plena producción
-¿Cómo empezó?
-Esto empieza hace más de veinte años, cuando mi madre hereda una chacra y empezamos a pensar en cómo desarrollarla.
No queríamos hacer huerta de verdura, entonces decidimos hacer algo que pudiera contrarrestar a lo que nos imponían por entonces como lo transgénico.
Mi madre hace contacto con un ingeniero en Catamarca y ante la disyuntiva de qué plantar, el propuso desarrollar higueras traducidas a este clima. Empezamos entonces a tener higueras, membrillos y otros frutales.
Todo esto lo estamos llevando a cabo con productos frescos, no solo mermeladas sino también frutas para quienes quieran hacer su propio dulce.
-¿Y qué sentís al respecto?
-Siento que es parte de hacerse cargo de todas las cosas que a uno le pasan en la vida. Mi madre se hizo cargo y estoy acompañando en esto, sobre todo en una situación en la que es necesario generar ingresos. Igual siento mucho disfrute, sobre todo porque proviene de la propia mano de obra.
-Soberanía alimentaria… ¿Qué te parece?
-Pero claro, y pienso también que depende de los métodos que tenga cada uno, en nuestro caso al ser todo orgánico le damos mucha importancia a lo autogestivo, y a la lucha por salirse de lo impuesto.
-“Vamos a tirar los químicos sintetizados que imitan lo que producimos naturalmente y nunca reemplazan lo que viene solo.” Un flash ese video de “Poesía Criminal” en YouTube, ¿tiene que ver con esto?
-Sí, ni hablar. Y ojalá todo sea así, en todos los sentidos. Siempre hay que luchar por eso.
-Filmaste UORC. ¿Premonición?
-(Rie) Pandemia, barbijos. Todo eso pasa hoy en la lectura de alguien que la ve venir, que era un poco lo que expresaba la Organización Negra.
Un poco inspirado en La Fura del Baus, que había venido a Córdoba un año antes. Para mí UORC es una obra re contra mil argentina, localmente era una postura muy fuerte cuando todavía estaban las heridas de la dictadura, pero el guión de ellos futurista, inspirado en La Fura.
Tenían mucho de escuela de arte y la intención del teatro en ese momento era irrumpir y generar una movilización en el espectador, la idea es que no esté sentado simplemente observando, sino que participe de lo que está pasando.
Te cuento, además, que la música se hacía en vivo, al menos la mitad. Las voces también, sabes que tenía un cassette desde la parte de arriba, desde donde se estaba grabando el sonido.
Combinar el vivo con grabaciones y la performance era muy interesante.
Y me parece que como bien decís, todo en esa película se parece un poco a lo que pasa ahora. (Risas)
-La filmación fue en Cemento. ¿Cómo era en ese momento?
-¡Un asco! (ríe) ¡Un lugar de mierda! Pero estábamos como en casa.
Los pasillos, los baños, todo húmedo y espantoso. Pero en esos momentos se vivía mucho la sensación de estar por fuera del sistema.
Los mejores baños están Puerto Madero, no en Flores.
Y ese lugar era horrible, pero estábamos en familia.
Siempre hay una visión del sistema que te va comiendo la cabeza, y que las personas terminamos siendo esclavos de ese mismo sistema. Lo que hacía Pichón (Baldinu) con el televisor, las guerras químicas que proponían, la caída del muro, todo eso fue muy fuerte y tenían un mensaje casi con visiones de la actualidad Lucía, es tal como decís.
-¿Pensás que afuera es todo una locura?
-No, creo que no es una locura. Estoy convencido de que es la realidad.
-¿El sistema impulsa a una dependencia de consumo y no prosumo?
-Mirá, es muy difícil porque el sistema te lleva casi obligatoriamente a esto que se está viviendo. Entonces es muy difícil contrarrestarlo, porque la oferta de la tecnología y la oferta de lo mediático es apabullante, entonces estamos todos hipnotizados y hasta te diría felices a través de una pantalla cuando considero que la felicidad pasa por otro lado.
Esto viene de una manipulación muy grande y desde hace mucho tiempo, con el cine, la comunicación, hoy la diferencia es salirse de ese sistema.
Hay que estar por fuera de ese sistema. Porque si no todo te lleva a una esclavitud inexorable, con el dinero, con los impuestos, el trabajo que a uno no le gusta porque tienen que juntar el mango.
De eso hablaba UORC todo el tiempo, también. Nada más que de una manera más poética, por así decirlo. Es difícil salirse, pero hay que luchar.
Nosotros hicimos la FLIA (Feria del Libro Independiente Autogestiva) hace más de 15 años y el sistema nos comió.
El sistema te lleva a oposición, que estés confrontado constantemente en vez de construir, es muy difícil este momento. En el cual maneja un tal Mark Zuckerberg, que es un alto reptil.
-En Os Picantes, el conjunto musical y poético del que formas parte, hay decidores.
-Sí. Y eso es porque somos tres que vamos intercambiando. Nació de un proyecto de poesía y palabra, la música lo fue comiendo y gracias a la música de Damo, y a partir de eso podemos volar. Hacer discos, volar, improvisar y si quedaba bien, así quedaba.
Es parte de la expresión, no toquetear los textos y expresar lo que se siente. Son las pequeñas puertas para disfrutar y simular libertad.
-Volviendo a tu rol desde la filmación, ¿cómo fue grabar en 16 mm?
-Yo trabajaba en laboratorio Alex, en post producción de un laboratorio de efectos especiales, que en ese momento era una magia extraña, y estaba muy cerca de esa tecnología en donde filmábamos comerciales y aparte venía juntando material también, comprando material en la calle Lavalle y la zona de los hospitales. Toda esa zona era un circuito de compra de latas de películas, cámara, había como diez o quince distribuidores de películas, en el caso de operación norte fue material reversible en blanco y negro. Es como una especie de diapositiva en blanco y negro que se revelaba en un laboratorio medio secuestro en Belgrano, o sea es como una mezcla de fotografía pero tienen movimiento, entonces tenés que tener una serie de piletas con este químico que va revelando la película y después con el 16 pegabas una toma y quedaba el scoch entonces se hacía negativos, doble negativos.
De la toma 1 o toma 2 es un tacho negro, la toma 3 es la toma. En otro negativo se ponía cola negra, la toma dos, y cola negra, entonces después se proyectaba juntos y se hacia la película. Una magia que ni Harry Potter lo puede hacer (ríe).
Así filmábamos y compaginábamos en los sótanos de los laboratorios Alex que nos prestaban lo que se llamaba las moviolas donde se juntaba la película con los canales de audio, y todo se hacía así: corte, pegue, corte pegue con scoch y después mandabas a hacer los negativos. Lo que pasa es que en el medio del proceso, por ejemplo en la Organización Negra, llega el video a la argentina.
Entonces yo hago los negativos dobles, hago una copia y esa copia la transfiero a video. A un video del año noventa que no es la virtualidad de hoy. Eso se pasaba a un casete, luego a un betacam y ese era el camino del nuevo video. El video analógico.
Así estrené la película en 1992. Después de cuatro años de cortar, pegar, armar.
-Un trabajo artesanal…
-Absolutamente. Era una cosa re linda de la época, que hoy no tiene sentido; ojalá hubiéramos tenido toda la tecnología de hoy, en ese entonces, hace cuarenta años. Pero es así, uno tiene que transitar por todos estos caminos, para generar el progreso.
Hablando de trabajo artesanal, «Colección Rock de Acá», tus tantos libros, es casi como un revisionismo histórico, ¿no?
-¡Ah, sí! Esto nace hace casi treinta años, le encontré la onda al formato en un momento de crisis. Quería hacer fascículos, le encontré el formato y empecé y el desafío era hacer en un año diez libros, llegue a hacer siete y después seguí y al final logre editar los quince libros completos, con la idea de abarcar toda esa primera generación de la música y el rock. Y esta cosa tan amplia que tenía la música en ese momento.
Pero es algo que vengo acumulando hasta el día de hoy, te cuento que en estos días le voy a hacer una entrevista a Moris.
-¡Oh! ¡Primicia!
– ¡Si! (ríe). Y la voy a incluir en el libro de Moris, porque es el único libro editado sobre Moris, sobre este grande y acaba de sacar un disco nuevo con el hijo. Así que viste, la vida sigue para todos.
Todos estamos en constante evolución, en lo que pasa actualmente y sumando siempre. Al menos eso es lo que hay que intentar.
Ahora estoy escribiendo los master, lo que nombro como 1, 2, 3.
-¡Contame de eso!
-Son libros que abarcan desde el 1975 al 1980 y con una intención de ponerlos en algún sitio virtual que sea gratuito para que puedan escucharlo al mismo músico contando cómo la vive.
-¡Ezequiel, esa es una idea genial!
-Es que esa es un poco la intención de los libros “Rock de Acá”.
-¿Por qué también elegiste el periodismo?
-Salió solo. Empecé estudiando comunicación, en plena época de los milicos, represión y dictadura, horrible. Era todo muy milico, muy acartonado, muy feo en esa época. Recuerdo que pegué un laburo en una productora de cine y toda la década del ochenta fue trabajar dentro del cine, largos y cortometrajes, publicidad, UORC, Operación Norte, y todo eso combinamos con mi placer por la música y varias bandas que había armado en otro momento.
Hice videoclips con los Enanitos Verdes, con El Ombú, pero después me di cuenta que mi visión era muy de documentalista. Tratar de interpretar y narrar lo que quiere contar el otro.
Ahí es cuando me hice cargo de empezar a hacer entrevistar y meterme en la radio y el periodismo de la música.
-“Cuando todo era nada” cuenta la historia de la música desde la llegada de los esclavos africanos en el 1500, de forma originaria hasta llegar al “Rock de Acá”. ¿Cómo fue ese proceso de investigación tan exhaustiva?
-Mirá, fue un trabajo de dos años te diría. Con poca conexión de internet, con muchos libros, y con una idea que empezó a tomar carácter propio y después la tuve que bajar. Porque la propuesta se había hecho muy amplia. Entonces me dispuse a contar la historia a través de la música. La historia cultural y social, pero a través de la música.
Ese es el prólogo de la reedición de Rock de Acá 1, que se transforma luego en la colección porque toma otro carácter.
Allí se cuenta la historia de muchos músicos que formaron parte de lo que se conoce hoy como rock nacional, entonces este libro profundiza en eso, de dónde venimos. Como llegamos a esto, y esa es la intención.
Así como Pipo Lernoud tenía influencias de Bob Dylan, todos los músicos tienen distintas influencias y es muy abarcativo cómo se junta para formar un movimiento.
Eso es un poco la idea de ese libro, llegar a un punto de inflexión en donde uno dice: ah, venimos de acá y por eso sucedió lo que sucedió.
Yo mismo me sorprendí al entrar en esa narrativa, porque fui zigzagueando en distintos tipos de culturas, que fueron parte de esa historia.
-¿Cómo fue el primer recital al que fuiste? ¿Acaso “Adiós Sui Generis”?
-(Ríe). Había estado antes en un recital de El Reloj, en Mar del Plata, en una ocasión muy de playa, pero me sorprendió muy gratamente.
Un show al que me dejen ir solo (risas), ya que no tenía un hermano mayor que me llevara. Entonces yo era el loco que le gustaba el rock, el único del colegio que le gustaba el rock, entonces era muy difícil conseguir alguno que acompañara.
-¿Cómo era el ambiente en esa época?
-Terrible, muy circunspecto. Era todo muy careta, es decir, depende mucho del ámbito en donde se mueva cada uno, yo me lo fui haciendo a medida que me di cuenta de que me gustaba tal o cual banda y me iba acercando a la gente que le gustaba eso.
En ese momento, en donde todo era tan restrictivo, sobre todo en plena dictadura, nos cagaban a palos.
Estamos hablando del 1975 al 1980, en donde cada vez que ibas a un recital había un carro de asalto afuera, siempre se llevaba a alguien.
-Hace tres años fuiste campeón, junto al cantante Orge Asprea, de un Slam poético, ¿cómo fue esa experiencia?
-Hermosa, porque fui tanto de la F.L.I.A. como del Slam. Todo un movimiento de gente agitando la poética, sin publicidad.
Toda la poética, que incluso escribían esa misma noche, fue una época muy fuerte. Y justamente ese movimiento se fue trasladando a distintos espacios culturales que ahora en pandemia, deben estar cerrados y eso es muy triste. Porque lamentablemente, nos comió lo comercial.
-¿Cómo era esa narrativa poética?
-No rimaba, por ejemplo. Fui adaptando mi propia narrativa poética. Aunque el Slam lo gané con música. Había escrito una poesía muy volada y una pista de Damo Naimad, base genial. A su vez lo de Orge fue hermoso, ya que estaba pensado de raíz hacerlo con él. Y la primera vez que lo presentamos fue justamente en el Slam y allí ganamos. Luego lo grabe para el disco e invité a Orge para que quede plasmado. Los Os Picantes, Orge, Slam, F.L.I.A., todo es muy mágico.
-Espontáneo, ¿no?
-Ni hablar. Sale en el momento, se expresa y nadie se arrepiente de lo que dijo.
-¿La poesía es protesta constructiva?
-¡Pero claro que sí, Lucía! Como así también se pueden hacer muchas otras cosas. La palabra permite todo.
-¿La virtualidad nos convierte en zombis?
-Creo que sí, en algún punto. Siento que a veces hacemos cosas que no nos gustan por el simple hecho de hacerlas y eso no está bueno.
La virtualidad es un medio para conectarnos, pero no es lo real. Hay que aprender a estar en el sistema, pero por fuera del sistema. Ya va a llegar el momento en que nos juntemos y pensemos nuevas formas de comunicarnos, lejos del consumo.
-¿Prosumo?
-Por supuesto, prosumo. Extraño mucho los encuentros, fanzine, F.L.I.A., en este momento por ejemplo debería estar en San Marcos Sierra (Córdoba, Argentina), en la F.L.I.A. , en Capilla del Monte, Los Hornillos de San Javier, entre muchos otros lugares. Tampoco hay F.L.I.As, y eso es muy duro…
-Cada vez que mencionás a la F.L.I.A derrochás amor, ¿cómo nació ese amor?
-¡Puf! Amor total por la F.L.I.A., fue una magia manejada por un grupo de veinte chicos, editores, escritores que se autogestionaban, dentro de ese mismo núcleo nos juntábamos en distintos lugares. Recuerdo que una vez me llaman para un encuentro en Chacarita y me acuerdo que yo ya tenía libros impresos, y me acerqué. Fue entonces cuando me encontré con un movimiento autogestivo, comunitario. Me acuerdo que había tanta gente que se fue juntando, intercambiando, conectando, colaborando, que al final surgió el nombre: F.L.I.A. Y eso es porque simplemente es una familia. Se llama Feria del Libro Independiente Autogestiva, y a partir de ahí hubo una explosión. Explotaron todas las ideas: ir a espacios recuperados, espacios públicos, juntarnos con la facultad de sociales, con ciertos vínculos que nos dieron la posibilidad de que esto se viera en otros lados y otra gente quisiera hacerlo de la misma manera. Entonces explotó por Latinoamérica, incluso llegó a España. Fue una revolución muy linda.
-¿Acción revolucionaria con repliques?
-¡Oh, sí! La posibilidad de que la misma gente pueda editar sus textos y no esté atado a una editorial. Eran los mismos autores los que se juntaban, no las editoriales que compran o hacen editar libros y les cobran a los escritores una barbaridad para poder publicar. La F.L.I.A. te enseñaba cómo hacer un libro, como armarlo, y nos fuimos repartiendo la información para que cada uno hiciera su libro. Eso lo sigo manteniendo con toda la colección, con la imprenta Chilavert, una imprenta recuperada. Y todas las cosas las hago de manera autogestionada. Yo espero que cada persona encuentre su propio método para hacer las cosas que tenga ganas de hacer y no lo que le imponen.
-¿Tanto el emprendimiento de frutas y mermeladas como tu colección de libros se encuentran en redes sociales?
-Mii amigo Mark Zuckerberg siempre me recomienda que diga: Facebook (ríe). Estoy ahí discutiendo con Mark sobre cómo continuar con esta campaña de promoción.
-Mandale un frasco, quizás así lo convencés con tu visión al respecto.
-¡No! ¡A ese se lo vendo! ¿Sabés cuánto le va a salir el frasco? ¡Millones y millones! (Carcajada).
-¿Dónde se puede escuchar la discografía del grupo Os Picantes?
-Editamos diez discos y dejamos toda música colgada en Bandcamp (ospicantes.bandcamp.com/audio) para que puedan escucharla de manera gratuita; también hay videos y tenemos todas las ganas de volver a juntarnos, aunque sea con máscara de gas (ríe) para compartir la vida en cautiverio.
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