Por Jorge Daniel González.
Con 85 años seguiría siendo la misma que fue, la que se hizo con vastos recuerdos: la niña tucumana que salía a jugar por el Parque 9 de Julio, la joven cantante que no tenía opción al dejar en el Hotel Mayo a su hijo Fabián para trabajar del canto, la mujer que cuidó a sus colegas como una especie de madre adoptiva de todos: la del consejo, la de la unión, la posibilidad de charla y la preocupación; la cantora que unió Latinoamérica con voz de profundo compromiso, la investigadora que impulsaría en el Círculo de Periodistas de Mendoza con Oscar Matus y Armando Tejada Gomez, entre otros, el Manifiesto del Nuevo Cancionero a las puertas de la ampliación de la composición, el arte nacional unido y descentralizado de Buenos Aires con el objetivo de reconocer el trabajo de artistas, independientemente de su bandera política; es decir, un Movimiento Musical. Hoy sería la que continúa recorriendo el mundo y tejiendo experiencias de los caminos transitados con el color de su esencia y palabra. Sería la amiga de sus amigos que telefonea para compartir un tiempo de anécdotas, de trabajo y proyectos; sería una artista de pensamiento crítico y argentina de carácter firme, una dama que se enoja, herencia de la personalidad de doña Emma del Carmen Girón, y con el abrazo, cortar por lo sano tras la injerencia del amor; sería La Marta, la que nació en fecha patria por capricho del destino que ya le tenía preparado algo para su vida a nivel mundial.
Desde un concurso en Tucumán donde cantó “Castillito de Arena” de Salvador Valderde y Ramón Zarzoso, que popularizó Lolita Torres, su primer triunfo en LV12 y su primer sueldo como cantante, su primera gira en Frías, Santiago del Estero, su amistad con Jorge Cafrune, que la invitó jugándose la carrera al escenario del Festival de Cosquín 1965, las amenazas de la última Dictadura militar, la detención junto a 350 personas, con Colacho Brizuela, su hijo y una amiga, en el Viejo Almacén La Plata, el 20 de octubre de 1978; el Exilio: “Seria un error considerar que el regreso de la Mamá a la Argentina fue únicamente un acontecimiento artístico. En realidad, debe ser visto fundamentalmente como un hecho político histórico. Volvía del exilio una mujer que se había manifestado en contra de la dictadura, que había participado en marchas y asistido a encuentro en comités; no se había ido para esconderse sino para sumar su aporte a la resistencia, y su forma de resistir fue la denuncia” –(Mercedes Sosa, La Mami, de Fabián Matus -Planeta 2016-).
Los Óperas con restricciones en el repertorio que poco le importó a Mercedes cuando gritaba “¡Libertad!” en “Guitarra enlunarada”-“Vino anunciada con grandes carteles que venía a tocar al Teatro Ópera. Dije, ‘Ahora viene la Democracia’, porque en realidad, a los militares no le creíamos, y los políticos no tenían poder, pero el hecho de que haya venido en el año 82 a tocar, un año antes de la vuelta de la democracia, esa fue la señal perfecta para creer otra vez” (León Gieco, en el Ciclo Cantora, Canal Encuentro 2017). El disco “Cantora” sería parte de las cosas que se anexarían a las que quedaban por hacer con su voz: “Canto porque amo cantar, y no porque me vayan a condecorar. No sé cuál es el misterio, si es la voz, el rostro o la creencia de lo que estoy cantando que siento la energía de la gente” (Película “La Voz de Latinoamérica”, 2013).
Peteco Carabajal: “Sentí que era una hermana mía por la familiaridad provinciana en su voz”.
El bandeño Peteco Carabajal grabó con Mercedes Sosa las canciones “Cinema Paradiso” (Borrando Fronteras – EMI 1995) y “Como pájaros en el Aire” (Historias Populares -Polydor 1996-), ésta última también cantada en vivo en el Festival Nacional de Cosquín 1997, pero el comienzo del vínculo entre ambos tiene una historia de admiración y guitarreadas mucho antes del éxito de Peteco: “Ella ha sido una compañera en mi trayectoria. La he conocido primero escuchándola por radio y eso ha sido importante porque yo era chico. Mucho tiempo después, he crecido y he alcanzado a comprender por qué había disfrutado tanto escucharla cada vez que podía, cada vez que pasaban en las radios canciones como ‘Zamba del Chaguanco’, ‘Zamba para no morir’; me di cuenta que lo que me resultaba lindo era la familiaridad provinciana en su voz, sentía que era como una hermana mía, un familiar, por su tono y forma de cantar”.
En su mundo de artista, Peteco tuvo la música como escuela de la vida diaria, la guitarra de Don Carlos Carabajal y sus tíos, los doce apóstoles más el resto de la familia nacidos con estirpes de la chacarera, admiradores y aportantes a la época dorada del folklore. Todo lo aprendido viajó consigo, las costumbres, la santiagueñidad, las guitarreadas, cuando se mudó a Morón, ciudad donde conoció a Mercedes Sosa: “He tenido la suerte de que ella había sido invitada por un tucumano al barrio San José donde vivía con mis padres en Morón, y ella ha ido un domingo a la casa de este tucumano y nosotros solíamos ir a visitarlo a este hombre; ahí comíamos el asado y tocábamos la guitarra: ella ha cantado ahí y tuve la suerte de acompañarla. Esa fue la primera vez que la vi personalmente y ha sido lindo porque con el tiempo, después, ella se ha acordado y ha contado en un reportaje que me había conocido de muy chico y le había llamado la atención porque la había acompañado en una zamba difícil: yo la acompañé sin problemas y sin darme cuenta. Esas son anécdotas que han quedado y bueno, después he tenido la posibilidad de ser distinguido por ella de alguna manera, porque ha cantado varios temas de mi autoría como ‘La Estrella Azul’, ‘Mi abuela bailó la Zamba’, ‘Como Pájaros en el Aire’, ‘Digo la Mazamorra’, y a todas le ha dado trascendencia, no solo a las canciones sino a mi nombre en todo el mundo debido a su importancia como artista y como cantora, así que el gran recuerdo para Mercedes, el agradecimiento eterno”.
Teresa Parodi: “Me cuesta pensar en ella y hablar en pasado”.
La voz de Teresa se quiebra al hablar de Mercedes Sosa, puesto que su vínculo musical fue más allá de los tiempos que compartieron durante conciertos y festivales porque fueron más que Parodi y Sosa: fueron dos mujeres y amigas sin nombres populares. Teresa intenta abrirse al amor y objetivar la palabra pero desde un sentido de presencia, porque más allá de no poder tomar más las manos de Mercedes, su espíritu es presente y actualidad: “Hablar de Mercedes Sosa siempre es muy conmovedor para mí. Ella es la Patria cantada, la Patria chica y la Patria grande cantada, la Argentina y Latinoamericana; es el faro, su huella en la música de los pueblos es eterna, nació para siempre, Mercedes. Por eso me cuesta pensar y hablar: pensar en ella y hablar de ella en pasado. Sigue estando acá; su canto musicalizó nuestra vida cotidiana, y seguirá musicalizando las vidas de las nuevas generaciones porque es transcendente, profunda, es definitiva, llena de belleza porque es lo que buscó siempre, belleza con contenido. Todo lo que podamos decir de ella, es poco. Pero lo fundamental es cómo nos marcó a fuego con ese repertorio extraordinario que va a conservar para siempre adentro de sí mismo, con el color de su voz, con su forma de cantarlo, la memoria de esa patria entrañable a la que pertenecemos orgullosamente”. “Desde lo personal, su ausencia me duele cada día. Vivíamos cerca así que por ahí, por las tardes, me llamaba y me decía: ‘¡Nena!’, le gustaba decirme Nena cuando en realidad sólo me llevaba doce años nomás y no podía ser otra cosa que su hermana, y no su hija por ejemplo, pero ella tenía su rol de madre siempre, increíble con todos nosotros. Lo charlamos con Víctor Heredia y con León Gieco, que ella nos tenía de hijos, nos trataba como tal, nos cuidaba, nos preguntaba cosas como pregunta una madre, ¿Te abrigaste bien? ¿Comiste Bien?, que se yo, esas cosas que hacía Mercedes, tanto en su casa, en las giras como en el escenario, estar pendiente, cariñosamente de cada uno a los que sentía como sus amigos, a los que hacía subir a su escenario o que invitaba a su casa. A veces me llamaba para ver una película con ella nada más o para decirme: ‘Nena, ¡¡¡te traje (de cualquier parte del mundo donde anduvo cantando o girando) un pañuelo que tiene el color de tus ojos, así que vení a buscarlo!!! …’ Tan linda, tan amiga, tan entrañable, tan única, por eso mismo tan inolvidable. Sé que hubiéramos hablado muchas veces de todo lo que estamos viviendo, y sí, ella hubiera encontrado la manera de salir con su canto a acompañar en estos días difíciles, pero eso lo hace de todas maneras porque la tenemos ahí, en la obra que dejó grabada, en ese legado formidable que nos dejó para siempre. Este 9 de Julio volveremos a recordarla, y las seguiremos recordando más allá del 9 de Julio. Es imprescindible Mercedes, por eso, vuelvo a repetir, nació para siempre, por suerte para todos nosotros”.
Teresa es de las principales cantantes argentinas y latinoamericanas, y pese a ello, se abre del rango que ha ganado con su voz y composiciones para contar la historia entre ellas dos, el nacimiento de un lazo eterno y las sensaciones que le dejó cuando Mercedes grabó su tema “Pedro Canoero”: “Yo la conocí cuando empezó a ser muy importante su canto en la música argentina, allá lejos y hace tiempo, y sentí que su voz, me tocaba el corazón, el alma y que tenía una raíz profundamente latinoamericana y que eso, sintetizaba muchas emociones, muchos pensamientos, muchos ideales, pero la conocí personalmente después de haber ganado yo misma Cosquín en el año 1984, la misma noche que ella volvió después de tantos años a cantar a Cosquín, tras el regreso del exilio. Y después me acerqué más, tuve un acercamiento más hermoso todavía para mí cuando me invita a grabar en un disco, en aquellos años, una canción mía por primera vez: la tuve frente a frente, la grabamos en un estudio que tenía PolyGram en esos años; con los auriculares nos mirábamos y ella empezó a cantar ‘Pedro Canoero’, yo sabía que tenía que cantar la segunda estrofa pero no podía con la emoción de sentir los versos y las melodías que había escrito en la voz de Mercedes. Tuve que superar eso cuando me llegó la parte que me tocaba y después para ser una segunda voz en el estribillo. Nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida y a partir de ahí comenzó nuestra amistad. Compartí muchas cosas con ella, giras, conciertos, que se quedaron grabados en mi corazón. Le agradezco enormemente todo lo que hizo, por los autores y compositores de la música de nuestro país y de otros países; ella nos hizo conocer a tantos e hizo conocer el trabajo de muchos de nosotros, en todos los lugares donde llevó su canto: Mercedes tenía una gran generosidad, y sabía hacer esas cosas, sabía compartir y nos enseñaba a hacerlo, esa es una lección extraordinaria que todos aprendimos. Sumar, amucharse, como decía ella, es muy importante para sostener un canto, pensado de esta manera, con belleza y contenido”.
Eduardo Carrasco (Quilapayún, de Chile): “Tengo dos Mercedes en mi corazón: la que revolvía los Spaguettis en España y la que hablaba conmigo en la cuneta de la Alameda en Santiago de Chile”.
“Me mandaron una carta por el correo temprano, y en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano, y sin compasión, con grillos, por la calle lo arrestaron. Me viene a decir la carta que en mi patria no hay justicia: Los hambrientos piden pan, plomo les da la milicia” (La Carta – Violeta Parra).
En 1971 Mercedes Sosa grabó en el disco “Homenaje a Violeta Parra”, la canción “La Carta”, junto con el conjunto chileno Quilapayún, agrupación formada en 1965 por Julio Carrasco, Julio Numhauser, y completando el trío Eduardo Carrasco, actual director del grupo histórico folklórico.
“En la época que llega el primer disco de Mercedes a Chile, nosotros ya veníamos atento a lo que pasaba en Argentina. Ese disco nos entusiasmó mucho, de hecho algunas canciones como Zamba del Riego, la tomamos de ese disco, y la cantamos nosotros en un disco nuestro. Y después cuando fuimos a Buenos Aires, nos encontramos. Ella le había gustado mucho una interpretación nuestra de una canción de Violeta Parra llamada ‘La Carta’, en tiempos donde Mercedes estaba haciendo un disco con canciones de Violeta: nos propuso cantarla con ella, y nos cerró claro, inmediatamente accedimos, estábamos contentísimos de grabar con ella, y grabamos esa canción que salió en ese disco. La primera vez que fuimos a Buenos Aires, fue para cantar ‘La Cantata Santa María de Iquique’ (1970) en un pequeño teatrito llamado Payró, y allí tuvimos mucho éxito. Se originó la intención de hacer un recital con Mercedes, que terminó siendo en el Teatro Gran Rex y bueno, fue un éxito, pero rotundo: la calle Corrientes estaba llena de gente, se llenó el teatro, con gente afuera, la gente rompió las puertas, que eran de vidrio y se coló al teatro, se llenó de tal manera que no había lugar en los pasillos, fue una noche inolvidable. Ese fue el primer proyecto que hicimos juntos en escena”.
Pues Carrasco comenzó a entender a una Mercedes artista que significaba para el continente, la voz autorizada para hablar en nombre del pueblo, sus verdades y pensamientos: “Yo creo que Mercedes tenía una manera de cantar que no se ve casi nunca, con una voz bella pero profunda, con un sentimiento notable, no había falsedad para complacer al público, sino era música salida del corazón, una artista popular que canta desde las raíces de su tierra, con su lengua, con la voz de su tierra, y eso era especial, no se encuentra muy a menudo. Mercedes surgió en un momento en que empezamos a tener conciencia de unidad latinoamericana: ella tomó esa idea, la hizo suya y recorrió nuestros países”.
El 11 de septiembre de 1973 comenzó en Chile el régimen militar comandado por el jefe del Ejército Augusto Pinochet, dictadura militar que derrocó el gobierno de Salvador Allende que murió ese mismo día en el Palacio de la Moneda. Para los artistas, como pasó en Argentina, la independencia intelectual, la denuncia y la palabra como compromiso, no estaban permitidas por lo que Eduardo Carrasco tuvo que exiliarse en Europa. Fue allí donde volvió a encontrarse con Mercedes: “Ella cantó en París algunas veces, pero era un momento de incertidumbre porque no sabíamos muy bien qué iba a pasar: si se quedaba en Europa o se iba a otra parte, y finalmente se fue a España. En Madrid se estableció en un departamento, y cada vez que nosotros íbamos para aquella ciudad, Mercedes nos invitaba. Se hacían encuentros muy bonitos en su casa, inolvidable, se ponía a cocinar, hacía unos spaguettis para todas las personas que había ahí, y eso es de los recuerdos más bonitos que tengo de Mercedes, porque era una simple amistad, no tenía que ver con el escenario, sino que estaba ella atendiéndonos, recibiéndonos en su departamento, cocinando, revolviendo los spaguettis y conversando de los que pasaba en Argentina, en Chile, como simples exiliados que éramos. Había dolor en el exilio y una situación incómoda porque los artistas latinoamericanos en España no eran tan conocidos, era como empezar a hacer una carrera de nuevo”.
Para explicar lo que Mercedes era como amiga, Eduardo Carrasco resume tantos años de historia y anécdotas compartidas en dos momentos que perduran en sus 80 años de vida: “Tengo dos Mercedes, por ejemplo, cuando se realizó una marcha de mujeres y trabajadores en favor del gobierno de Salvador Allende en Chile, Mercedes vino a hacer un show al teatro Caupolicán y al siguiente día fuimos a la marcha. Me acuerdo de estar sentado en la cuneta de la Alameda, que es una calle muy grande que hay en Santiago, y estábamos los dos conversando, sentados y mirando como pasaba la gente. Esa no era Mercedes Sosa, la gran cantante maravillosa del escenario, sino que era una amiga con la que habíamos caminado, estábamos cansados y seguimos ahí la conversación. En esa época felizmente nadie nos reconoció: era tan trivial la escena que no le llamó la atención a nadie. Eso es lo que yo tengo más cerca de mi corazón, por supuesto también la artista, su valor como cantante, una gran mujer, y además las dos vivencias juntas, como estar los dos sentados en la cuneta y la otra imagen, revolviendo los spaguettis, guiando la olla enorme para servir a todos los comensales que estaban en su casa. Esas son las imágenes más cercanas de mi corazón que tengo de una mujer generosa y del pueblo”.
Julio Lacarra: “Ella tenía una imagen que representaba a la gente de nuestra tierra”.
El cantautor nacido en Capital Sarmiento, Julio Lacarra, forma parte de la historia musical argentina como compositor de pluma poética y musicalidad precisa, hombre con más de 50 años de música, creador de la obra “A quién doy”, que Mercedes Sosa grabó en su disco de 1980 y que inclusive, usó el título para darle nombre al disco. La admiración de Julio hacia Mercedes comenzó desde su juventud cuando la conoció en Córdoba y desde allí, la amistad y la camadería como colegas crecieron notablemente, porque ambos, son nombres propios para la canción popular: “Yo fui con un conjunto, representando a la ciudad de Buenos Aires, a Cosquín por primera vez, tenía 18 años, en el 66. Era de irme solo a ver el festival, y me quedaba hasta las 5 de la mañana, me iba hasta el río con los grupos, y una de las noches, vi aparecer a una mujer sola, con un guitarrista y un bombo, se paró y cantó ‘Zamba para no Morir’, y me quise morir cuando la escuché, levantó el brazo y dijo ‘Romperá la tarde mi voz’ y me quedé helado. Cantaba la ‘Zamba del zafrero’, ‘Canción del Derrumbe Indio’, todo un repertorio desconocido para lo que era el festival en ese momento, con todos autores que no cantaban ni solistas ni grupos, me llamó poderosamente la atención; me volví fanático y me fui por detrás esa noche: salió con seis tipos que la escoltaron y la metieron con su bombo a un Chevrolet 400 y yo me fui corriendo atrás del auto para ver dónde iban. Fueron para La Europea, un café chico que entrarían 40 ó 50 personas. Y ahí fui, me senté al lado de ella con mi frescura adolescente, la agarré de la mano y no la solté en toda la noche”.
Julio compartió festival con Mercedes en la Facultad de Filosofía y Letras, como en la Facultad de Agronomía, En el Festival de la Nueva Canción en Córdoba, pero uno de los encuentros maravillosos entre ambos sucedió en los ciclos de los jueves en el Teatro Payró en 1970: “Me quería como invitado para la mitad del show con cuatro temas míos. En esos días, iba al departamento de ella, me hacía dormir una breve siesta, me daba un tecito, subíamos a su Peugeot y directo al teatro; ahí conocí a su pareja del momento, Jorge Mazzitelli y su hijo Gustavo, a su manager y también al hijo de Mercedes, Fabián. Ahí empecé a conocer a su familia teniendo un vínculo más estrecho”.
En el Teatro IFT en 1972 se dio una conexión entre Julio, Mercedes y el origen del tema “Cuando Tenga la Tierra” de Daniel Toro y Ariel Petrocelli, en la Voz de Latinoamérica: “Esa jornada abría yo, luego el grupo Trébol y cerraba Mercedes. Yo tenía en el repertorio ‘Cuando tenga la Tierra’, un tema que producía una reacción impresionante en la gente. Cuando termino mi presentación, bajo a los camarines y me dice: ‘¡Ay!, hijo mío, esa canción que ha cantao, que maravilla, ¿de quién es? ¿Y usted no me la pasa?¡ Esa noche la visitó un autor santafesino llamado Chacho Muller que tenía un grabadorcito, se la canté y Mercedes se la llevó! Luego la cantó y la hizo un hit”. El disco “Traigo un pueblo en mi voz”, tenía como apertura la obra de Toro-Petrocelli, a quién Mercedes le cambió una letra a la poesía: “En el estribillo, dice ‘…En el mar de las uvas, nuestro vino cantará’. Mercedes, al cambiarle Cantaré, todo los que después grabaron la canción dijeron Cantaré. La primera versión de Daniel toro con orquesta dice Cantará, y yo la aprendí de ahí. Mercedes impuso la canción y la colocó allá arriba”.
El Proceso de Reorganización Nacional fue un sistema que acalló la voz del canto, y Mercedes como Julio fueron solo dos nombres de la extensa lista de prohibidos en dictadura, tal es así que en 1977, la agenda de actuaciones de zona sur de Buenos Aires sería lo último de Mercedes antes del Exilio: “La traigo a Quilmes, en una época donde ya ella había tenido problemas con la censura y en sus espectáculos. Sobre la actuación, primero abría yo y luego, cerraba ella. Llenamos el lugar y al otro día, nos enteramos que esa actuación no había sido autorizada y el ejército había prohibido la actuación, fuimos de los célebres prohibidos de la música popular en aquellos días. La última actuación de ella antes del exilio, es en el Rodeo de Bernal; al día jueves, ella tenía que estar en el teatro Empire, en San Cristóbal, y se suspendió por una amenaza de bomba. Ella se va a Europa y yo me quedo con la prohibición”.
Ya instalado en Europa, Mercedes conoce “A quién doy”, la obra elegida de Julio Lacarra para sacar su disco en Francia: “En el 79, mi hermana Chany Suárez, graba la canción mía, ‘A Quién Doy’ de 1978; el cassette le llega Fabián y se la pasa a Mercedes, quién la levanta y graba: es una canción significativa de esa época, porque Mercedes encontró en la letra que era lo que nos pasaba a nosotros: habíamos venido a la tierra, al mundo, a la patria a cantar, y no lo podíamos hacer, entonces ¿A quién le dábamos todos lo que sabíamos, lo que queríamos y sentíamos? Para mí fue una gran alegría. En el ’82, en los recitales del Ópera, esta Chany con Daniel Homer, y yo como invitado a cantar ‘A quién Doy’ ”. Situados en el 2007, Julio y Mercedes volvieron a compartir escenario en Berazategui, en lo que sería la última actuación juntos, dentro de una historia que los unió en música y forjó una extensa amistad: “Con 18 mil personas, un 24 de Marzo de 2007, cantamos ‘A quién Doy’ y ‘Soneto y Medio’, esa noche también estuvo el Dúo Orozco Barrientos y El Bahiano. Durante la semana había estado en La Feria del Libro, en el Centro de Exposiciones contando lo que había sido el show en Berazategui”.
La voz de Julio no puede contener la emoción al hablar de La Voz de Latinoamérica, de su amistad y el recuerdo de las anécdotas, y son sus palabras, un gesto de humildad, como artista y como amigo: “Ella tenía una imagen que representaba a la gente de nuestra tierra, una voz contundente, profunda que para decirse lo que decía en esos días, era la voz adecuada; ella impuso las canciones del Nuevo Cancionero”.
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