Por Jorge Daniel González.
Javier Peñoñori es el poeta de la encordada, escritor de melodías que sensibiliza los sonidos musicales para que representen con el corazón de su caja de resonancia, las palabras más sensibles que alguna vez cantaron las guitarras de Atahualpa Yupanqui, Abel Fleury o Agustín Barrios. Nacido en San Pedro, con alma argentina libre por el mundo, llevó la música criolla por países de América, Europa y Asia, enseñó nuestra cultura y guarda en su esencia los valores antiguos de la modalidad respetuosa, tanto en su habla como en su interpretación que en esta oportunidad, aviva la voz de los callados de las sociedades dolientes de inequidades e injusticias mediante la difusión de un disco número 11 “Todos los Silencios del Mundo”: “Nuestro planeta en cada geografía de la tierra tiene sus culturas que implica su gente, sus pueblos, alegrías y sombras que van cargadas con un sufrimiento; por ejemplo, las diversas guerras fabricadas que hacen sus grandes negocios con la venta de armamentos, con las deforestaciones, expulsando obligadamente a millones de seres como fue y sigue siendo en Medio Oriente o la masacre genocida de la Conquista del Desierto, angurrias minoritarias de grandes empresas, del petróleo, del tráfico de personas, de la desnutrición, una constante con distintas formas que van adquiriendo muchos lugares del mundo, es decir que esa inequidad, esa injusticia que viene desde el fondo de los siglos, persiste hoy sobre todo con los malos gobiernos que están al frente de lo que está a ojos vista. En ese dolor están estallando los silencios que, a través del arte, podemos resignificarlo, podemos sentir esa necesidad de liberarlo apropiándose de esos sufrimientos y darle forma de denuncia al mundo para quién quiera escuchar y compartir”.
Javier señala desigualdad como un término que lleva siglos al frente, como un status incorregible que se reitera con nuevas historias, pero siempre con la misma propiedad avara que empobrece el color de los hombres: “Estos nuevos imperios que no respetan hacen uso en esta última pandemia para sacar tajada de todas las inequidades e injusticias, hacinamientos de familias campesinas expulsadas de su tierra como en Santiago del estero, primera ciudad que fundaron los conquistadores, ellos que vinieron a traernos las primeras pestes y pandemias allá por el año 1553 instalando sus culturas, colonizando a través de la conquista, como fue la de 1492 en nuestro continente, en un mal denominado choque de culturas en la que uno trató de aplastar a la otra en la que hoy, continúa siendo una resistencia de los pueblos. Son millones de silencios que han sufrido y siguen sufriendo sin poder liberarse de ese flagelo y de las avaricias por la búsqueda del dinero, del vivir a costillas de las necesidades de los pueblos, hablamos de distintos silencios que perduran y por eso, es un tema muy profundo, abarcativo desde el punto de vista que lo mires, por eso lo ligo tomando esa necesidad que uno siente de liberar, de gritar, de llorar, de reír o de soltar, de pensar lo que significan esos silencios”.
Desde sus primeros conciertos en la Biblioteca Popular Rafael Obligado de San Pedro en edad primaria, Javier ha batallado con su guitarra contra la sociedad ruidosa que ignora en muchos territorios el poder de palabra que tiene un instrumento para declarar desde su profundidad, sus sonidos y silencios, el idioma de la canción: “El silencio tiene valor en la música como en la escritura: sin el silencio no hay música y sin silencios no hay poesía; en la guitarra he aprendido el valor que tienen los silencios como fuerza que le da a la misma interpretación, su presencia, que va adquiriendo magnitud a través de tener la posibilidad de proyectarse después de haber sido ejecutada la última nota, de poder seguir sonando y forjarse hacia el infinito como parte de una expresión. Para mí la música es vida, movimiento, poesía más allá de las palabras porque hablo a través del instrumento con la libertad de pulsar el encordado fusionándome con él”.
En su pueblo, a orillas del Paraná, la radio ha ofrecido en su crecimiento la escucha de Eduardo Falú, Abel Fleury, Agustín Barrios, grupos como Los Fronterizos o Los Chalchaleros, Anibal Troilo, Astor Piazzolla, música clásica como Frédéric Chopin, Johann Sebastian Bach aunque en todo el abanico de posibilidades puede considerarse a Atahualpa Yupanqui como la luz del origen: “Hace años atrás costaba hablar de Yupanqui en la forma tan extensa como hoy se coloca su imagen en el mundo y en nuestro país. Recuerdo que en 2008 en Simoca, Tucumán, se hizo el primer homenaje a los 100 años del nacimiento un 31 de enero: hicimos el show en el Teatrino del Agua, en la plaza y luego en un centro cultural de dicha ciudad. Fue extraordinariamente necesario y a partir de ahí, se está homenajeando como corresponde a Don Ata reverdeciendo su obra, su haber sembrado por el mundo y dejando bien parado nuestra contribución musical y poética, reconocido en Japón, que es lo que me encontré cuando toqué por Tokio, Osaka y Okinawa, ese reconocimiento que ha sembrado Yupanqui”.
En un siglo donde la música ha cambiado sus formas, también lo han hecho sus consumidores y las empresas que difunden el arte encarado desde índoles comerciales, son indirectamente formadores de inducción cultural en las nuevas masas, a partir de allí queda muy alejada la posibilidad de que un instrumentista solista pueda tener espacios para la difusión del arte, como ocurre con Peñoñori: “El hecho de que se escuchen actualmente ciertos tipos de músicas manifiesta la lucha que venimos teniendo hace tiempo, la batalla y resistencia cultural contra la colonización mediante los medios de comunicación monopolizados por pequeños grupos poderosos que sobrepasan a los gobiernos de turno que prefieren determinados géneros y hacen que no abunde nuestra música criolla folklórica con la riqueza que tenemos en todas las regiones argentinas, en una clara intención manifiesta por las formas rápidas, ruidosas y atrevidas en sus letras. Como instrumentista creo que la guitarra se ha ido tapando con el tiempo, imperceptiblemente inclusive dentro del folklore donde desagraciadamente es muy escasa la guitarra sola en una programación musical de nuestra música perdiendo ese espacio para lo instrumental”.
El disco “Todos los silencios del Mundo”, ofrece obras como “La Estancia Vieja”(A.Yupanqui), Duerme Boliviano (de Uña Ramos con la participación en Quena de Nuria Martínez), reivindicando a los trabajadores de la tierra y a los mineros, “Zamba de Lozano” (Cuchi Leguizamón), “Preludio en Do menor” (Agustín Barrios) y composiciones propias como “Impromptu de Chacarera N°2”, la danza andina “Condor de mis riscos”, “Esta Milonga” y “Estudio en Mi n°2”, disco que además ofrece otras creaciones en tono mayor llamadas “Maitén” y la zamba “Romántica”: “La primera está dedicada a dos personas: Maitén era el nombre de una mujer mapuche que tuve la oportunidad de conocer, luchadora por rescatar las tierras. Por otra parte, la dedico a Blanca Correa, una persona que me ha acompañado hace tiempo en esto de la escritura y la poesía. La zamba Romántica, está inspirada, como toda composición que surge, no de casualidad sino por una causalidad de los tiempos que se ha sedimentando sintiendo la necesidad de gritar, expresar ese sentimiento, añoranza, de extrañar a una persona que se quiere o se ha querido; desde ahí surge el nombre de la zamba, que es el vuelo de un pañuelo para sintetizar el ritmo musical tan preciado en nuestra abanico amplio de músicas”.
Javier ha editado dos libros llamados “Murmullos del Silencio”, que tuvo cinco reediciones, y “Desacordes de la Bruma” (2019), ambos títulos homónimos de discos que han acompañado en texto a la música por lo que es menester considerar la posibilidad de una tercera publicación que acompañe su reciente disco: “Uno siente necesidad de agarrar la guitarra, abocarse y abrazarse al instrumento en determinada hora del día, exteriorizar las necesidades de dar riendas sueltas, que se nos desboquen las ganas de llorar, reír, transformar en música los silencios, lo que se piensa, que se fue añejando en los adentros y eso sucede con el lápiz y el papel: en el mismo día se puede sentir la necesidad de hacer una cosa u otra, escribir unos versos o frases, pensando en algo que te viene, haciendo eco como sucede con el instrumento. Actualmente estoy preparando un nuevo poemario, un nuevo libro que llevará el mismo nombre del disco, ‘Todos los silencios del Mundo’, que es como el vino, buena cepa o ha bebido buen clima, buenas aguas, alimentado por la región: lo mismo sucede con el libro porque necesita un añejamiento, por eso no hay un tiempo, un calendario que te apure ni se anteponga antes que salgan los poemas o la composición musical porque será producto de haber dado a luz cuando tenga que ser y esté nunca lo suficientemente pulido, pero si repensado en sus formas, su perfil y contenido”.
En tiempos donde la moda de los Streaming se instaló en los métodos de difusión del arte, Peñoñori admira y se exige el aprendizaje de la adaptación actual para los artistas en la que destaca además, el rol periodístico: “El virus que acosa al mundo en esta historia del planeta nos obliga a buscar nuevas formas de comunicarnos, de tejer puentes entre el arte y el público. Vos fíjate cómo el avance tecnológico juega su costado positivo, que es saber obligarnos a aprender lo que no sabíamos, lo que es hacer una trasmisión digital, o lanzar un disco, acostumbrados a la cajita de plástico envasada en las fábricas. Hoy estamos haciendo este tipo de difusión con la participación colectiva donde el rol del periodismo es invalorable, el nexo de compartir arte, música, palabras y charlas. La necesidad de dar un canal como el streaming está pensado para más adelante, sin fecha fija, sino considerando ver cómo, en estos desacordes en la bruma, vayan apareciendo algunos rayos de sol con la esperanza de no perdernos de hacer nuevamente en público un show como hemos hecho hasta el año pasado acá y en el extranjero”.
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