Por Jorge Daniel González / Fotos: Viviana Stallone.
El disco “A la sombra del árbol azul” es una forma de entender al creador, productor y cantautor Guillermo Beresñak, en un tiempo de reflexión y sonidos más allá de los propios: no son solamente sus palabras, sino canciones que comparten un todo en la vida de la naturaleza y del hogar, es una traducción a costumbres íntimas y familieras en una interpretación sonora autóctona, dando un giro selectivo a la decisión de libertad y exploración de hacer lo que el corazón sobreviviente le dicta, como su forma de larga duración como concepto en un verdadero viaje de 25 minutos a una apuesta que hace valorar el entorno para muchos, imperceptible, un material de paz y compañía como ocurre con “Mi día perfecto”: “Es uno de los temas que más describe todo el espíritu del disco; es una buena elección para hablar porque justamente ahí se nombra la vida cotidiana, tomando mate en el jardín de mi casa, mirando las plantas crecer, las perras alrededor nuestro, es decir, darle valor a esas cosas de la vida. A través de algunos problemas de salud que he tenido, que te demuestran la fragilidad de la vida, valoré estar vivo, disfrutar de un pajarito ponerse en un árbol y verle el color que tiene, ver y sonreírle a una mariposa, poder disfrutar de todo eso es un lujo, y me fui dando cuenta a los golpes; pero bueno, puedo disfrutar de esas pequeñas cosas y del valor grande que tienen. Mis problemas fueron del corazón, por eso esta canción dice ‘respiré hondo y pensé que el corazón merece crecer’, la vida me da otra oportunidad para vivirla de una mejor manera”.
En épocas donde muchos artistas lanzan en formato singles, sus pasos musicales para mantenerse activos en redes, Guillermo optó por un disco conceptual de ocho canciones: “Para mí fue todo un desafío hacer un disco así. Tenía ganas de contrarrestar esa sensación del single, que justamente es lo que se usa hoy en día, porque la velocidad de la vida en las redes sociales te obliga todas las semanas a tener una novedad para estar presente. Yo no me siento identificado con ese modo de estar todo el tiempo vestido de estreno, como si fuese una marquesina. Me gusta una obra conceptual donde se desarrolle un sonido, donde las canciones agrupadas van cobrando más fuerza que sueltas, porque van dando un mensaje que se va alimentando poéticamente con la canción que le sigue, y el oyente, escuchando todo el disco, se va acercando al sentimiento que generó todo el trabajo. Mi intención era provocar poéticamente un concepto sonoro y técnico, por eso también me lancé a hacerlo independiente: antes al estar en un sello que quizás destilaba a hacer otra cosa en la que no me sentía tan cómodo, decidí hacerlo así”.
Si bien Beresñak ya había tenido acercamientos a la música folclórica con las canciones “Agua” y “Fueguitos” junto a su grupo Antü en el disco “Mar Adentro” (2005) o con “Romeo” en su quinto disco solista “La Tremenda Dimensión” (2018), todo origen remonta a la casa de la infancia, a los gustos de sus padres, a la herencia de un tocadiscos de su abuelo, a ciertas costumbres de escuchar música en la sobremesa, a vivencias y amigos que han desarrollado en sus aptitudes musicales, una decisión para definir un disco entero al género: “Cuando era chico mis padres escuchaban a Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, por nombrar algunos. Eran de hacer bastantes reuniones en casa donde iban a guitarrear, entre otros, Eduardo Fazio de Vivencia: a través de él conocí muchas canciones, desde folclóricas hasta Luis Alberto Spinetta. Mi mamá empezó a cantar en un coro y los compañeros venían a casa cantando zambas y chacareras, guitarreando hasta tarde. También el vínculo con el folclore vino cuando empecé a grabar a los 20 años con Juanito el Cantor: el primer trabajo que hicimos juntos fue en un grupo de folclore llamado La Cooperadora del Conservatorio de Morón, así que mi primer trabajo grabando un disco entero, fue un grupo de folclore del que aprendí muchísimo y ahí me picó el bichito. El papá de Juanito es tucumano, sus tíos y abuelos también, por lo que íbamos durante muchos años a pasar fin de año a Tucumán y nos quedábamos un mes, andando por los valles y todo eso me fue acercando al género, además de viajar por Salta, Santiago del Estero, Santa Fe. En mi casa escucho discos que me fueron regalando o que heredé de mi abuelo con mi tocadiscos y casi todas las noches escucho porque la música me calma y emociona. Siempre tuve empatía sonora con la guitarra criolla y el bombo legüero”.
La nostalgia y la vida cotidiana se escuchan al comienzo de “Atawalpank”, una chacarera con una letra fresca y un sonido de púa de tocadiscos que da indicios de la duración del disco como efectos de delicadeza sensible con señales intencionales del compositor: “Para mí escuchar música se asemeja al ruido de púas porque mi equipo debe ser de fines de los sesenta o setenta: ya tiene sus años, tienen sus ruidos y en un momento tuve la ilusión de sacar esto en vinilo porque me gusta el formato, la dinámica que tiene el sonido del vinilo aunque financieramente para un artista independiente era una locura por el precio, pero le puse el ruidito de púa a varios temas como a “Aviones de Cartón” y “Atawalpank”, donde quise generar esa sensación. Los vinilos tienen una duración máxima de 22 minutos más o menos, y este disco, 25, así que era más o menos como un lado de un vinilo completo”.
El detalle de este disco íntimo de Guillermo, fue la metodología de grabación hogareña, los efectos de tocadiscos en algunos tramos como también sonidos de ambientes reales que se metieron en los micrófonos que sumaron a la nostalgia de una producción que desnuda los deseos de sentir la casa en cada canción: “Yo tengo un estudio en Haedo con otro socio hace muchos años, pero quise hacerlo en mi casa para realizarlo de una manera más relajada, que reflejase las cosas que decían las letras, que se escuche mi casa, de lo que estaba hablando. Quería olvidarme de todas las técnicas y los intentos de mutear el ambiente. Cuando grabó ‘Mi día perfecto’ el bandoneonista Juan Manuel Barrios, quién viene acompañándome hace años en los recitales, abríamos un poco la ventana porque hacía mucho calor y se alcanzaron a escuchar unas chicharras que entraron fuerte justo en el momento de la última nota, y a mí me encantó cómo quedó, como también unos pájaros que me gustaron dejarlos. También cuando estaba grabando la voz, una noche, el perro de la vecina no paraba, y arranqué igual y se metió, de hecho cuando escuché el disco masterizado, cuando llegó ese tema, el perro de la vecina ladraba también en la realidad y me generaba un efecto 3D en mi cabeza que no sabía de dónde venía”.
Una de las canciones más sentidas es “Zamba porque te extraño”, una manifestación de soledad, amor y espera: “Está dedicada a mi esposa Viviana Stallone, quién es manager de varios artistas, entre ellos, Natalia Oreiro. Van mucho para Rusia pero creo que en el momento de la composición estaban en Uruguay en el programa Got Talent con Oreiro, y bueno, como viaja tanto, y a veces me quedo una semana solo, la extraño, viene unos días y vuelve a irse. Empecé a escribir esa canción con la sensación de extrañar a alguien manifestando todos esos sentimientos”.
“Sanar el alma, dándonos paz, abrázame fuerte, no me sueltes más y si puede ser, ésta vez te pido si te guiño el ojo, no cantes envido” (“¡Qué lindo Vientito!”, de Beresñak – Gabriel Santamaría). Al disco de sonido argentino también le asoma el tango y para la rítmica ciudadana, la voz de Lalo Mir como invitado, fue la sorpresa del álbum conceptual: “Le pedí juntarnos para hacer un tango a mi compañero de Antü, Gabriel Santamaría: él hacía los arreglos y yo le cebaba mate; traté de hacer una letra pero todo lo que cantaba medio tanguero me quedaba un poco grotesco, sobreactuado y no le encontraba la vuelta así que borré todo, empecé de nuevo y cuando lo leí me gustó como quedaba recitado. Mi mujer, Vivi, conocía a un hombre que produce el programa Encuentro en el Estudio, Ariel Hassan, y me propuso intentar contactar a Lalo Mir a través de Ariel para proponerle la idea de participar. Nos consiguió el correo electrónico y le mandé un mail largo explicando todo lo que me imaginaba, si se copaba. Y me respondió al día siguiente con el audio grabado, con el recitado, y bueno, ahí fue al disco y quedó buenísimo, inclusive lo pasó en su programa. Fue muy lindo, fue un honor que participe del disco que es un groso de la música y la radio”.
Tras el corte de difusión “Antes que te duermas” y “Carnavalito del cielo”, el disco tiene una obra que sugiere cierta reminiscencia a la polka con valseado, sonidos chamameceros, bombo, guitarras, violines y programación, y su título “Dame una canción de Lauphan” refiere a su amigo músico Alejandro Lauphan: “Alejandro, artista y compositor, hace música folclórica con programaciones que le da un toque moderno, también colaboró en mi disco en casi todas las canciones haciendo la percusión, programando cosas y haciendo de co-productor del disco, haciendo el aguante ya que le mandaba las listas de las canciones con el orden, él opinaba y me decía qué le parecía; me bancó toda la locura cuando lo hacía. Estoy muy agradecido con él y con Checho Fla”.
En tiempos donde los artistas consideran indagar en shows online o espectáculos en Streaming, Beresñak opta por la promoción y el trabajo de difusión de su nuevo material: “En principio quiero promover el disco lo más que se pueda porque le metimos un montón de trabajo y tengo ganas que la gente escuche este formato, más que hacer un Streaming medio solitario, que creo que perdería un poco las canciones; quizás cuando se pueda con un poco más de calor, al aire libre se pueda hacer, acompañado de mis colegas y músicos de siempre, así las canciones realmente se lucen. Lo del Streaming, tanto no me entusiasma”.
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