Por Jorge Daniel González
“De pie, luchar. El pueblo va a triunfar, será mejor la vida que vendrá a conquistar nuestra felicidad y en un clamor, mil voces de combate se alzarán, dirán canción de libertad, con decisión la patria vencerá. Y ahora el pueblo, que se alza en la lucha, con voz gigante gritando: ¡Adelante! El pueblo, unido, jamás será vencido…” (Ortega Alvarado – Quilapayún). Flota por los aires del continente la canción de Quilapayún de 1973, que se puede trasladar a infinidad de países y situaciones de injusticia social. Actualmente “La Roja” retoma sus estrofas mientras se desangra: Chile pisa los 340 mil contagiados y 9.200 muertos por coronavirus (cuarto entre los latinoamericanos luego de Brasil, México y Perú, y octavo a nivel mundial), sufre una crisis económica con dos millones de nuevos desempleados, hambre, marginación, cacerolazos, angustia, estallido social y toques de queda que, entre el Covid19 y lo sucedido desde octubre del año pasado, los chilenos no tienen paz hace casi un año, con una situación sanitaria colapsada, con la invención del programa “Paso a paso” con desconfinamiento en tramos sin esperanza generalizada (recién en actuales cuarentenas y etapas de transición), al pie de una fecha concreta para el retiro anticipado del 10% de los fondos previsiones para cerca de 11 millones de personas, ley odiada por el presidente Sebastián Piñera, cabeza de un gobierno neoliberal que perdió la confianza del pueblo: “Nosotros tenemos un Presidente inhábil que anda preocupado en tonteras, que ni él mismo cumple con las reglamentaciones para impedir el avance del virus, y bueno, eso genera un descontento, una desconfianza en la gente: ha sido muy difícil que los chilenos puedan comprender que realmente para detener esto hay que confinarse nomás, no salir de la casa. Eso ha sido muy difícil de hacérselo entender a la gente porque hay una crisis en las autoridades; el pueblo no cree en este Presidente, ni en los políticos, ni en los ministros, han hecho mucha tontera, de repente dieron por terminada la pandemia y tomaron medidas para abrir la cosa, y recién, la verdad, es que está empezando. Fue un error garrafal del gobierno”, destaca Eduardo Carrasco, uno de los creadores del mítico grupo folklórico chileno Quilapayún.
Carrasco, docente, filósofo y escritor, demuestra la pena inmensa que comparte con los chilenos que aman su pueblo, y él, que ha llevado el mensaje de paz, hermandad y libertad por América y Europa como estandarte de su historia, entiende que las muertes de los compatriotas y la crisis de su comunidad seguirán complicándose cuando la pandemia haya terminado : “Es bastante triste lo que está pasando en Chile porque se podrían haber mitigado los estragos que ha hecho este virus y lamentablemente con toda esta confusión que ha habido, se ha complicado todo; además veníamos de un estallido social muy grande donde la gente llenó las calles con mucha fuerza; hay un gran descontento que estoy seguro que va a redimir en cuando el virus se acabe. Cuando termine, habrá muchos problemas sociales, económicos, gente sin trabajo, una situación bastante catastrófica que, de seguro, va a generar movimientos de protesta. En los próximos meses, se espera un Chile revuelto, eso es lo que seguro que va a pasar”.
“Escribo esta canción de mierda, canción que no debió existir, la escribo sin pasión porque esta es mi misión: cantar cuando se acaba el mundo”. Eduardo, en su rol de compositor, ofrece una nueva posibilidad de escuchar nuevas obras en tiempos de cuarentena, letras que envuelven realidad en rock – blues y en ritmos de balada: “Por el momento estamos confinados. Con el conjunto tenemos una modalidad de trabajo para montar canciones y todo eso exige que estemos todos juntos en la sala de ensayo, pero se nos ha hecho muy difícil en medio de la pandemia. Nos contactamos por Zoom, por supuesto, hablando sobre lo que hace cada uno de nosotros. Teníamos el proyecto de celebrar 50 años de la Cantata Santa María, con una gira preparada por Chile pero lamentablemente se tuvo que suprimir y no se pudo hacer. Hemos hechos algunas cosas, cada uno por su lado, como canciones que han salido y difundido. Yo he hecho un trabajo con uno de los Inti-Illimani Histórico, Fernando Julio: hicimos dos temas que ha llamado la atención acá, una es ‘Corona Blues’ y otra ‘Uno más’. Son canciones que quieren recordar este momento tan perjudicial en nuestro país”.
La canción ha sido una forma pacífica de interpretar una situación social en un tiempo de la historia determinada; a través de ella es que el Pueblo puede tener voz y opinión, y es un desahogo a los derechos de expresión, una crítica libertadora. Sucedió con “El pueblo unido jamás será vencido” y “Venceremos” en Chile, “Para el pueblo lo que es del pueblo” o “Marcha de la Bronca” en Argentina, “A desalambrar” y “Adagio en mi país” en Uruguay, “Apesar de você” y “Para ñao dizer que não falei das flores”, en Brasil, “Contigo Perú”, “Bolivia” de Los Kjarkas, “Despertar” en Paraguay, ejemplos de un pequeño puñado de obras comprometidas con los corazones humildes de un pueblo; entonces ¿Puede la canción como instrumento social, unir, calmar un dolor, expresar, denunciar? ¿Qué poder tan mágico tiene? Preguntas en las que Carrasco encuentra una identificación: “La canción puede hacer muchas cosas. El hecho de cantar ya, es una cosa positiva, que nos acerca a la alegría, a la hermandad, un acto que muchas veces hacemos juntos. La canción invita a que los demás también canten. Tiene muchas formas de contagio positivo: puede infundir esperanza y optimismo, puede también ayudar a la comprensión de las cosas que debemos hacer para achatar, de pasar por encima de esta tragedia. También es una manera de ponerse en lugar de las personas que hay sufrido y por supuesto, ayudar a mitigar en parte el dolor, momentos de incertidumbre y angustia y eso, se puede retratar en una canción para que esa gente se dé cuenta que no estén tan solos, porque la canción es una de las formas de ayudar”.
El 2 de Julio pasado, Carrasco cumplió 80 años, sano, coherente, profesor, adaptado a las nuevas formas de comunicación, poeta inquieto, con un carretel inmenso por usar, declara la continuidad por una vida activa de trabajo y planificaciones: “Con 80 años es una pregunta que yo mismo me hago. ¿Qué es lo que aún me queda? ¿Qué es lo que tengo que hacer de ahora en adelante, y cómo será la cosa? Hasta aquí felizmente he tenido esa alegría de inventar, de crear, de que se me ocurran cosas nuevas, y eso es lo que me ha mantenido vivo hasta ahora, como canciones en este momento tan triste. De no ser así, yo creo que me habría tirado por la ventana, habría sido algo muy triste y oscuro, pero felizmente sigo cantando, escribiendo, tratando de hacer cosas bellas y en lo posible, darle continuidad, como redondear la idea, esa es un poco lo que hay que hacer ahora, un objetivo claro para los próximos años”.
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