Por Jorge Daniel González / Fotos: Alejandro Persichetti
El cantautor y docente montevideano Pardo Di Nardo nos ofrece otra posibilidad de investigar en su historia de trovador y caminante de rutas compositivas, expresivas y coloridas de sonoridad. Es que el artista uruguayo ha indagado en el 2001 por el Pop-Rock con el grupo Laiojan Sebastian, banda under que editó un disco y alcanzó el éxito con “Jhonny Balón” (historia y sueños de un niño jugador de potrero), canción utilizada en el homenaje al día del futbolista uruguayo y transmitida en el Estadio Centenario en el partido Uruguay 3-Colombia 0, de Eliminatorias Para el Mundial de Fútbol de Rusia 2018. También fue centinela de los ritmos tangueros de la mano del guitarrista Julio Cobelli; realizó infinidad de shows de tango y produjo el Primer Festival Uruguayo de Compositores de Tango del Sigo XXI. Pero también, otra etapa lo muestra con una recopilación de experiencias que desembocaron en un nuevo disco llamado “Viajero del Tiempo”, grabado entre 2018 y 2019 en cinco estudios de Uruguay (Vivace, Lady Madonna Music, Septimopiso, Barequetum y De la Victoria Records) y uno en Argentina (Estudio Conalbi), producido por Max Capote: “El disco lo empecé a trabajar con Javier Viña, quién produjo ‘A París’, pero después Javier comenzó a trabajar en el Teatro Adela Reta, uno de los más importantes del país, así que tuve que buscar nuevo productor para el proyecto. Lo elegí a Max, un importante productor y cantautor uruguayo, interesante, con creatividad y talentoso que pudo darle un trabajo desde afuera para no quedarme solamente con mi visión; si bien el disco fue arreglado por mis músicos y por mí, y la producción general de esas músicas estaban cocinadas, Max, a la hora de grabarlas, tomó decisiones puntuales para que el disco tuviera algunas cosas vinculadas al camino de la interpretación, instrumentaciones, que sumó muchísimo”.
Para viajar musicalmente, un oyente debe centrarse en todo los que ofrece su nuevo disco, porque además de letras e historias originales, los sonidos permiten alcanzar varios países del mapa europeo, además del sentido rioplatense propio de su lugar natal: “Hay colores de muchos países como el tango, folklore, Charleston, Foxtrot. Todas esas fusiones realmente forman parte de mi historia, y creo que la historia de muchos rioplatenses. Venimos de inmigrantes y entonces yo, por ejemplo, nací escuchando a Zitarrosa y a Osiris Rodríguez Castillos con mi viejo; a él le gustan mucho las zambas, en la época en que la zamba argentina estuvo de moda, y tuvo gran incidencia en Uruguay; por un lado, todos esos géneros y ramas del folklore las fui mamando de niño pero por otro lado, mi abuelo era italiano y me despertaba con tarantelas, todas esas influencias con Charleston y foxtrot que también estaban en mi casa. Este disco además es un resumen de unos viajes que hice a Italia, España y Argentina, con mi guitarra y batallando donde fuera, ganándome la vida tocando, una experiencia muy linda: en el 2009 me fui a Italia con la guitarra bajo el brazo. Entre España e Italia viví un año, tocando en lugares turísticos. Cuando llegué, fui al sur de Italia, conocí el pueblo de mi abuelo, después me fui a Roma, tocando en la calle, en la Fontana di Trevi con un equipito, guitarra y armónica, y esa aventura me duró un año; fui conociendo mucha gente, la movida de la calle, el metro. En Buenos Aires en 2011, pasó algo parecido. La canción ‘Trovador’ la hice en la calle con la influencia de esos viajes. Fueron años donde fui haciendo músicas, componiendo canciones con los sonidos de esas tierras, por eso la mezcla de todo en el disco”.
Entre las canciones destacadas del disco, el tema “A París”, fue el tema difusión de un comienzo en el nuevo camino del disco, pero un alto en la huella es la historia de “Trovador”, canción que tiene dos versiones y algunos años, pero fue reversionado para este disco porque significa un profundo sentimiento en la vida de Pardo: “Yo venía de trabajar en el tango con Julio Cobelli, guitarrista que fue arreglador de Alfredo Zitarrosa y trabajó para Roberto Grela. Julio hace acá un desarrollo en la guitarra del tango y queda como un referente. Llegué al tango de gurí: me salió un trabajo, después de haber tocado en un lugar que se llamaba ‘Joven Tango’, como técnico de sonido porque, claro, como músico, también manejaba lo técnico, como en esta tierra, que hay que aprender a hacer de todo. A los 20 años trabajé en una milonga, dos años como sonidista y técnico musicalizando muchas orquestas de tango, que inclusive venían de afuera, y también como DJ. Años después, lo contacto a Cobelli e invito a escuchar unas composiciones. Me graba una primera versión de ‘Vals del Tiburón’ con guitarras al estilo Zitarrosa y empezó ahí comenzó una amistad y trabajamos juntos, primero cantando clásicos del tango y luego mis tangos, con los arreglos de Julio. Cuando voy a Buenos Aires, yo estaba en un momento muy tanguero, y quería ver cómo era la movida en Argentina y me enfrenté con la realidad en las tanguerías: caer de afuera a laburar era muy duro, un circuito muy cerrado, yo no conocía como era la movida, y esa canción ‘Trovador’, cual ya venía con la movida de tarantela de Italia, es un poco esa fusión. La hice en la calle buscando laburo, de acá para allá”.
Un suave sonido de piano introduce un tiempo de zamba, la incorporación con trémolo de la guitarra invita al bombo legüero y al oyente, a interiorizarse en una nueva canción, otro pedazo de historia llamada “Una vez más”: “El campo me da mucha paz y la gente puede entender cuando uno viene de una ciudad, encontrarse con el silencio y la naturaleza, cuando tu vida cotidiana está acostumbrada al ruido de los motores. La canción un poco habla de mi camino del canto, de seguir el corazón, de escuchar esa pulsión más fuerte por más que es un precio alto el que hay que pagar aunque, de todas formas, es más alto pagar el precio del no hacer lo que sentimos, de lo que vinimos para hacer. Habla de eso, el valor de las cosas simples, encontrarse con alguien, el mate, ir a llevar la música a cualquier rincón, y el valor que tiene de tocar una canción importante para compartir, reivindicar y seguir la misión de cada uno, para lo que cada uno vino, darle el valor a la cosa humana y real, fuera del color mediático donde nos venden el éxito. La misión es llevar el grano de arena a las personas que nos aportan luz con una charla, un mate. Es un ida y vuelta porque como músicos trovadores, no somos más que nadie, porque necesitamos de todos. Aprendemos de todos y no me pongo encima de ningún obrero, sino que también lo soy, obrero de la música”.
Las gotas de lluvia caían en vertical, el cielo gris casi negro y el sonido de miedo, amenazante para los uruguayos que estaban en Piriápolis a fines de octubre de 2016, cuando una tremenda turbonada voló en menos de diez minutos, todo a su paso. Con ese panorama y una experiencia del destino, Pardo se inspiró para una de las mejores y más sentidas obras de su disco llamado “La furia de Dios”: “Es interesante cómo las canciones, tienen distintos disparadores, tantos para nosotros como para la gente que resignifica a su manera: es lo interesante del arte, abierto y vivo. Esta canción nació en una experiencia muy particular, que fue haber vivido una turbonada, de más de 180 km por hora en vivo, que dio la sensación de que es un viento fuerte, pero para los que estuvimos ahí en ese momento, fue el apocalipsis, que duro siete minutos. Era un momento, como dice la canción: ‘Era un día de sol, la calma volaba en el aire…’. Estaba en la costa de Uruguay en Piriápolis donde veníamos de un contraste donde la calma era rara, atípica, todo quieto y de pronto encontrarse con la situación de transformarse el cielo. Estábamos en un lugar llamado Punta fría, pasando Piriápolis en la casa de mis suegros, subiendo al cerro, pero cerca del mar: vimos cómo se venía una tormenta, con nubes negras muy raras, de un momento para otro vivimos esa turbonada, que voló todos los techos de la Terminal, hasta el medidor de vientos con una violencia tan grande que mirás afuera y no viste, que el viento ya barrió todo. Nos metimos en la casa y me guardé con nervios de una situación intensa y eterna para mí”.
La interpretación para expresar los sentimientos de la letra, es lo que produce en el oyente lo que realmente ha sucedido en Uruguay, la de musicalizar la calma del paisaje con un género musical y cambiar con violencia con otro, por la llegada de la Turbonada: “La idea fue crear un paisaje sonoro de acuerdo a lo que voy contando: bossa nova con jazz en el comienzo en el día de sol, y ver la violencia del tornado llevado al tango. Sentí que era por ese lado y no lo pienso mucho, surge naturalmente la fusión de estilos”.
En épocas de Pandemia, la destrucción de la naturaleza pura que conlleva la humanidad hace muchísimos años también puede encontrar en “La Furia de Dios”, uno de los tantos peldaños que desembocan en este tiempo de aislamiento social: “En esta naturaleza, en la que formamos parte, somos como un granito de arena. Ahí te das cuenta que somos insignificantes. En este momento de Pandemia tan atípica, es el hombre el que paga las consecuencias de un ser depredador, de atropellar especies porque todo, tiene un efecto colateral; cosas para reflexionar como las cuestiones del clima y sus cambios abruptos que vienen hace años”.
Uno de los grandes cantantes de tango en Uruguay fue Gustavo Nocetti, quién trabajó en su trayectoria con Atilio Stampone, Edmundo Rivero, Osvaldo Pugliese, Raúl Garello, recorrió América, Europa y llevó su voz hasta Egipto y Japón. El cantor falleció en un choque frontal en La Rambla el 30 de diciembre de 2002. A partir de esa historia, llega la composición de “Miel de Arrabal”: “Yo estaba caminando por la rambla de Montevideo después de dejar a mi hija en la escuela y no me acordaba que era ese, el lugar donde falleció Nocetti: me acerco y veo una especie de placa, como esas cosas que son como monumentos, pero rectangular, en la mitad. Él tiene una versión del tango ‘Viva el tango’ con Raúl Garello y yo, cuando trabajaba en Joven Tango, abría y cerraba las milongas con ese tema. Nocetti estuvo de esta forma dos o tres años de mi vida. Cuando se dio de caminar por ahí, naturalmente, no sé por qué, me nació la conexión con este cantor, como que él escribiera esa letra, como para expresar lo que había sentido en su camino y la posibilidad de tener de volver a cantar una noche más un tango. Es una canción homenaje a él”.
Pardo Di Nardo, trovador uruguayo, tiene una apuesta en su vida, y es lo de aportar a la comunidad, a la canción, nuevas formas de decir y contar, apoyado en la interpretación de entender la misión que el destino escribió para su existencia, la de crear y provocar imágenes musicales, manifestar sensaciones y provocar sentimientos: “Hubieron muchos proyectos en mi vida pero la esencia es la misma, la de cantautor y trovador que le interesa conocer a través de un ida y vuelta a la gente. Todos tenemos diferentes dones, algo para aportar a la sociedad y bueno, los que tenemos la capacidad musical, de expresar emociones, los trovadores, de alguna manera, somos históricamente cronistas de nuestro tiempo, no solamente, de nuestras emociones y caminos, sino de lo que pasa, de lo que vemos qué ocurre. La canción tiene el significado de compartir distintos momentos, de reflexión o divertirnos y bailar. Todas las canciones no deben tener una carga significativa desde el punto de vista reflexivo, porque creo en mi caso, las canciones reflejan momentos de la vida, solemnes y otros, más simples”.
El artista uruguayo fue uno de los primeros en Latinoamérica de hacer un show en vivo, como ocurrió el 11 de Julio en El Chamuyo de Montevideo, con la primera presentación de su disco, con el protocolo nuevo para los espectáculos, con músicos con tapabocas y con un máximo permitido en el mismo momento en la tabla principal, formato de show con mesas y sillas con distancia entre sí. Si bien aún no se oficializó el lanzamiento en vivo de “Viajero del tiempo”, Pardo ya anticipa una nueva función debido al éxito en su primera presentación.
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