Por Jorge Daniel González.
Rita Cortese es cultora ineludible de arte argentino, porque entre sus grandes variantes ha triunfado desde el cine, cuando debutó con su voz como relatora off en “La República Perdida II” (Miguel Pérez – 1986) y mantuvo su actividad hasta su primer premio en Herencia (“Paula Hernández” – 2002) filmada durante la crisis del 2001, película que la consagró con el Cóndor de Plata a la Mejor Actriz, año después de su primer Martín Fierro por su participación en la telenovela “El Sodero de mi vida” (Pol-Ka 2001-2002), entorno de la televisión que también la vio triunfar desde los constantes trabajos desde 1992 con “Corazones de Fuego” (ATC). Su trabajo intelectual de lectura y poesía brindó imágenes y entrenamiento innato anexado a su estudio en los escenarios lo que significan garantía de calidad en el Teatro como también lo es desde 2008, cuando editó por Acqua Records su disco “Amor, ese loco berretín”, repertorio inaugurado en el Hotel Faena, grabación que la consagró con el Premio Carlos Gardel a la mejor artista de tango Revelación 2009, selección de música que describe gustos y que lleva un sentimiento pleno: “Para elegir el repertorio, elijo lo que me atraviesa el alma, que me conmueva: no importa que sea tango, folklore, música popular, que sea lo que sea, no importa el estilo, que sea en castellano, que nos represente y entienda el paisaje”.
Pues claro, su pasión por la música no queda centrada en el contenido de su disco oficial, sino que va más allá de los límites de los sonidos que puedan encasillar a un género, y allí, se puede descubrir la sensibilidad por el romanticismo de “Nos Hizo Falta Tiempo”, o los paisajes e historias de cantor que Don Atahualpa Yupanqui describe en su “Chacarera de las Piedras”, partes de un repertorio que quizás forme parte de un próximo shows por streaming: “Actualmente, estoy preparando un nuevo show para hacerlo en algún momento por streaming, cuando se calmen las aguas, repertorio siempre dentro de la música popular latinoamericana, ciudadana como el tango, siempre atravesando por ahí. Por ejemplo, ‘Nos hace falta tiempo’ de Armando Manzanero, es un bolero con el que cuento, porque es hermoso, me atraviesa, un bolero magnífico, pero no sé si va a quedar, eh!, porque en sí, yo escucho mucha música y puede que quede y después no queda: primero uno las prueba, las canta, y ve que es lo que va, lo que uno cree que puede hacer bien; hay cosas que a uno lo atraviesan magníficamente, y cuando uno las quiere cantar, evalúa por sí o por no”, y como alguna vez Don Ata entró en su selección con la canción “El arriero”, su obra en general encuentra la admiración de Rita: “A mí me encanta lo que dice ‘Chacarera de las Piedras’, es fantástica, todo Atahualpa es hermoso, como también su mujer que ha escrito letras. Soy admiradora de él, es uno de los pilares de la música popular argentina, sin dudarlo, es un emblema: él decía que había que tocar para alumbrar y no para deslumbrar, porque quién alumbra, muestra un camino. Por ejemplo, el tema ‘Guitarra, Dímelo Tu’ es una joya, Atahualpa Yupanqui es algo serio…”.
Su felicidad está en la música, como en la actuación, en la paz de su hogar y en el alcance de su biblioteca con la variedad de títulos y temáticas, y también está en el camino recorrido como la infinidad de obras de teatro, más de una veintena de películas y programas de televisión, con una obra musical declarada y definida, escenarios recorridos que abrazaron su voz e interpretación, y una alerta en su activo rol cantoral, que explica las razones de doce años sin volver a entrar a un estudio de grabación: “Yo no soy una cantante, soy un intérprete, una performance. Yo vengo del mundo del teatro y la grabación de un disco para mi es algo muy particular, no me pasa eso, yo soy una música, ¿me entiende? Yo canto porque canto y por ser feliz”.
Rita camina por tantos rubros del arte que es menester encontrar uniones y comparaciones para entender un corazón latiendo tras los anhelos que le demande: “Pienso, por ejemplo, que el canto con el teatro no se puede comparar porque son disciplinas distintas y no se parecen en nada: en el teatro el instrumento somos nosotros, y en el canto, el instrumento lo mediatiza uno, pero no se comparan”.
A mediados de 1980 se estrena una nueva obra del dramaturgo y director de teatro Ricardo Monti llamada “Marathon”, premiada por la Sociedad General de Autores de la Argentina, historia sometimiento y represión, un examen de resistencia de baile por un premio desconocido, situaciones y mitos enmarcados en los años 30. Jaime Kogan, director nacido en La Paternal y fundador del Teatro Payró, fue uno de los responsables de tener la voz de Rita en los escenarios: “Yo empecé a cantar en una obra de él, pero no es que empecé a cantar profesionalmente, sino que a él le gustaba como cantaba en la casa, en las fiestas, reuniones de amigos. Me hizo cantar en Marathon, aunque en realidad mi historia con el canto empezó mucho después. Fue exactamente cuando tenía 48 años, ahí tuve mi primer espectáculo que se llamó ‘Recuerdos son recuerdos’, con Alejandro Urdapilleta, que hacía monólogos magníficos, ese fue el primero que fue en La Trastienda, después de ahí no paré de cantar, ni de actuar obviamente”.
En 1997, en La Trastienda, se presentó el espectáculo cómico musical con la participación de Rita junto con Soledad Villamil, los monólogos de Alejandro Urdapilleta, el bandoneón de Carlos Viggiano y las guitarras de Brian Chambouleyron y Silvio Cattáneo. La obra se plasmó en un disco y fue un éxito. Años más tarde, “Ojalá te enamores”, un encuentro musical con música latinoamericana creado por Rita Cortese y Claribel Medina, con los arreglos de Fabián Leandro, la percusión de Cacho Tejera, los arreglos y piano de Ariel Polenta, la batería de Cristian Faiad y el bajo de Gonzalo Clavel: “Ese espectáculo que hicimos con Claribel Medina fue magnífico, un éxito impresionante con una banda fantástica”.
La explicación de arte no es solamente la manifestación estética, comunicacional y emotiva, sino también guarda un sentido de unión entre colegas que coinciden en un tiempo, en un lugar por la pasión y la esencia que funcionan con concordancia armónica, es por eso, que se explican las oportunidades de ver a Rita cantando junto con el Chango Farías Gómez, Graciela Borges o con María Graña: “Uno no llega a conocer a alguien sino uno se lo encuentra en la vida, porque tiene que ver con el arte; en realidad el arte se va encontrando, no se conoce a los artistas porque se da socialmente, sino se encuentra porque se busca lo maravilloso que encierra el Arte”. “La Profecía” fue el último espectáculo de Roberto Sánchez, Sandro de América, show que en 2004 presentó con un segmento en forma de sketch que sumó a Matías Santoiani y a Rita Cortese, quién disfrutó de la canción “Se me van las manos”: “Sandro me llamó para trabajar con él en ese espectáculo que se llamaba ‘La Profecía’, y si bien yo no tenía nada que ver estéticamente con lo que yo suponía que era la de Sandro, después fue magnífico, porque era un gran maestro del escenario, muy particular. Él no ensayaba, no cantaba en su casa y yo ensayaba con otra persona aparte; los músicos sí ensayaban, pero él no. Después llegaba y cantaba maravillosamente, haciendo algo único realmente, un hombre único, algo serio, alguien que me enseñó mucho”.
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