Home Reportajes DESDE FILIPINAS, EL CONCERTISTA RODRIGO RODRÍGUEZ HABLA CON MDM SOBRE EL SHAKUHACHI, ANTIGUO INSTRUMENTO JAPONÉS, Y DE CÓMO INFLUYÓ EN SU VIDA

DESDE FILIPINAS, EL CONCERTISTA RODRIGO RODRÍGUEZ HABLA CON MDM SOBRE EL SHAKUHACHI, ANTIGUO INSTRUMENTO JAPONÉS, Y DE CÓMO INFLUYÓ EN SU VIDA

DESDE FILIPINAS, EL CONCERTISTA RODRIGO RODRÍGUEZ HABLA CON MDM SOBRE EL SHAKUHACHI, ANTIGUO INSTRUMENTO JAPONÉS, Y DE CÓMO INFLUYÓ EN SU VIDA

El shakuhachi es un instrumento que hizo base en Japón hace 800 años, y que en sus orígenes fue usado con fin musical meditativo por varias ramas del budismo; con el tiempo fue vinculado a diferentes géneros nipones, hasta convertirse, en épocas contemporáneas, en un instrumento fundamental de la cultura de ese país oriental.

En realidad durante el periodo Nara (Siglo VIII) fue introducido como instrumento desde China hacia Japón. Al comienzo se utilizó para la música cortesana Gagaku.​ A comienzos del periodo Edo, durante el siglo XVI, los komuso, grupo de monjes itinerantes de la secta Fuke, budistas zen, desarrollaron una práctica de meditación sonora.


A esta práctica de meditación individual, que consistía en meditar mientras soplaban ciertos sonidos en un shakuhachi, la llamaron suizen. Los sonidos no eran improvisados y el objetivo de estos monjes zen era llegar a la iluminación a través del sonido del shakuhachi. El shakuhachi no era considerado un instrumento musical, “gakki”, sino uno de práctica religiosa budista, “hooki”.
En 1871 este grupo de monjes fue proscripto y entonces el sonido del shakuhachi comenzó a ser transmitido en calidad de música con el nombre de música original, honkyoku.

El músico Rodrigo Rodríguez es experto en este instrumento casi milenario. Su vida es llamativa, ya que nació en Argentina, a sus 5 años la familia migró a España y a sus 20 años cambió su rumbo de vida instalándose en Japón con el fin de aprender a tocar el shakuhachi.

-Rodrigo, ¿en que país del mundo estás pasando la cuarentena por la pandemia?

-Estoy en Filipinas, tengo residencia aquí y en España. Doy conciertos en Estados Unidos, Japón y otros países. Soy argentino, solo que a los 5 años con mi familia emigramos a España, porque a ellos les gustaba Europa. Esto fue cuando cayó Alfonsín, en la época de la hiperinflación. En 2010 estuve de visita en Mendoza, en el Teatro Independencia. Yo era de San Carlos de Bolívar, en La Pampa húmeda.

-¿Conservás algún recuerdo de tus primeros años de vida en Argentina?

-Mi vida racional y física fue española, pero tengo buenos recuerdos de Argentina, del campo, de las tormentas increíbles, el olor del mate. No seguí tomando mate, lo dejé porque me exaltaba para los conciertos. Aún conservo aromas de una buena niñez, la cultura de allá es más dulce que la europea.

-¿De dónde llegó tu interés por la música?

-Mi bisabuelo fue músico, perdió la vista, tocaba el violín. Tuve una introducción por la música clásica, qué mejor país que España, con sus compositores. 10 años estuve estudiando. Y a los 20 años me incliné por las músicas del mundo y me fui a Japón a estudiar. Fue una decisión drástica, allí no hay becas.

-¿Tan convencido estabas?

-En España, antes de irme a Japón, trabajé en televisión, en sonido. Tenía todo lo que el sistema te vende, pero yo me di cuenta que no me gustaba esa vida, no era feliz, quería ir detrás de mis sueños en la música. La pasé bien y mal en Japón, no fue fácil.

-De antemano, otra cultura totalmente diferente a la de Occidente.

-Mi primer profesor en Japón hablaba inglés, tuve suerte. Y luego nuevas experiencias en cuestiones sociales e idiosincrasia, viviendo la novedad de una cultura totalmente diferente a la de España o Argentina. Luego me casé allí con una japonesa, con ella comprendí la parte cultural. Aprendí lo que a tu intelecto occidental le genera rechazo. Por ejemplo la posición social de la mujer es totalmente distinta a occidente, lo mismo es el trato a un maestro. Es todo muy protocolar y con el tiempo te das cuenta que tiene sentido, por ejemplo respetar a los mayores. Las cosas buenas son oníricas pero aprendés más de las cosas que no están engranadas en tu propia persona.

-¿Cómo llegaste al instrumento shakuhachi?

-Entre mis 10 y 11 años mis padres se separaron. Por ese entonces, un tío me regaló un libro y una cassette de taoísmo y budismo; enseguida empecé a escuchar esa música. Después se me pasó, hasta que un día la retomé por internet. Me emocioné y tomé la decisión para ir por el instrumento. Imagínate que hoy tengo 41 años y sigo adelante con el tema. Hice una carrera. Me fui a Japón a estudiar el instrumento, que es clásico y muy valorado en ese país, todo lo conocen porque forma parte de la música clásica.

-¿Cuándo te compraste tu primer instrumento?

-Lo compré en Japón a través de mi profesor, fue uno de baja calidad. El shakuhachi es un instrumento muy caro, puede costar 4000 dólares. En Japón me alojé cerca de mi profesor, él me consiguió un lugar donde alquilar en Chichibú (Saitama). Era un espacio muy pequeño, sin aire acondicionado, en esa zona hace un calor muy pegajoso en verano y el invierno es muy frío. Vivía a dos manzanas de mi profesor. Tenía habitación, tatami (unas esteras que se usan para recubrir pisos de habitaciones), mi ropa y el instrumento. Toda esa primera etapa en mi estadía me ayudó a las renuncias personales, pruebas de coraje, sacrificio, a tomar conciencia. Cuando empecé a salir en 2005 con mi primera mujer, ella me cuestionaba: «¿Cómo podés vivir así?».

-¿Tu profesor te apuntaló en todo sentido?

-Sin duda fue fundamental, aunque mi segundo profesor marcó el paso crucial en mi profesión. Él ha sido mi padre con la música. Hoy tiene 82 años- Hoy me dedico a su legado. Es un compositor muy reconocido dentro de la música clásica en Japón. Hace dos años grabé con él un dúo para flauta shakuhachi.

-¿De qué trabajaste en Japón mientras estudiabas?

-Yo fui con ahorros de España a Japón. Allí trabajé de jardinero, di clases de Español e inglés en un colegio como «part time». Cuando faltaba el maestro, me llamaba para hacer suplencias.

-¿El shakuhachi es un instrumento complejo para aprender a tocar?

-En técnica y teoría tiene una similitud a instrumentos clásicos, Es difícil porque es una caña de bambú con sus agujeros. Al no ser sofisticado como el piano con sus mecanismos es mucho más difícil de tocar. También existe el neirani, un instrumento pariente, que es del Medio Oriente, que también hay que hacerlo sonar. Solamente en soplar y conseguir un sonido, tuve que trabajar durante todo un año. En un piano te sientas y al tocar una sola tecla recibes un buen sonido aunque no sepas tocar, en cambio en el shakuhachi no tienes el sonido y uno tiene que generarlo. En Medio Oriente hay instrumentos bellos como la voz humana.

-¿Cómo fue tu primer concierto con el shakuhachi ante un público?

-Mi primer concierto en condición fue en el Hotel Imperial de Tokio, a través de la embajada de Bahrein. Practiqué muchísimo para esa vez. Tuve nervios, aunque siempre los tengo antes de salir a un escenario. Nos nutrimos de esa energía para resaltar la capacidad y el estado de vigilancia mental. O sea tener nervios es positivo. Los nervios los utilizo a favor.

-¿Después de ese concierto empezaste tu carrera profesional como músico?

-Mi carrera artística fue acompañada de mucho trabajo con mi ex mujer y mi ex suegro, que estaba implicado en el sello Sony, en la parte de música: KZ records. Luego me empecé a autoeditar, a golpear puerta por puerta, a distribuir mi material en España, Alemania, Estados Unidos. Hasta que en 2008 hubo una crisis. Me transformé en autoeditor, vendí licencias a una subcontratista de Warner. Salió música mía en un recopilatorio.

-¿Pudiste diversificar tu música o te movés por lo general dentro de un solo ambiente?

-Pude entrar en la música clásica como en la world music. Pasa que el instrumento entra en esos brazos musicales o también en la música de meditación, en yoga, por su origen budista y zen. Mis públicos están en todos esos ambientes. Me convocan a festivales de world music y voy. Toqué en un festival en Moscú en el conservatorio Chaicovski, que es enorme: tiene una cuadra entera donde se promociona músicas del planeta. Es un espacio que existe desde la ex U.R.S.S., se fundó para eso. Hace 40 años que proporcionan tango, música de la India, Paquistán. Toqué mucho para en embajadas para Japón y para ofrendas al Príncipe.

-¿Cuándo fue el momento que te posicionaste mundialmente como instrumentista?

-Después de lo del conservatorio de Chaicovski, es que ahí está la “elite” del ambiente. A partir de tocar allí enseguida te sale algo seguro, te da prestigio pasar por ese lugar. Eso cambió mi vida. Viajar seguido a Estados Unidos, subirme a aviones, todo cambió. En 2018 hice conciertos con coros en Nueva York. Trabajé para embajadas en Medio Oriente, incluso tengo que ir a tocar a Indonesia y a Japón luego de que pase todo esto de la cuarentena mundial.

-¿Por qué te fuiste de Japón si el instrumento tiene su base allí y además su cultura tanto te maravilló?

-Me arrepentí bastante de irme de Japón. Me fui cuando me divorcié. Yo volví a Europa porque pensé que me iba a arropar. Lo cierto es que me costó más adaptarme al regreso que cuando me fui a Japón.

-¿Sos docente además de concertista?

-Me ha ido bien con la música. Tengo alumnos en España y Japón, doy clínicas musicales. Doy clases privadas y en grupos. Lo que más me gusta es hacer tocar el instrumento.

-Por último, ¿es importante la relación entre el budismo y el shakuhachi para transmitir un concepto musical definido?

-Lo de la expresión musical puede suceder con o sin la parte religiosa. Es cierto que mucho tiene que ver el inicio de este instrumento con la creencia: fue tocado por monjes budistas y zen. La parte académica es importante, pero también lo es el legado recibido en los matices del trabajo hecho por estos monjes. Recién en el Siglo XVIII unos monjes proscriptos se abrieron con el instrumento y lo transformaron en folklore: pasó a ser tocado en las cortes y como música de cámara. Hoy es parte de la música folklórica. Yo lo comparo  con el órgano de la iglesia, pese al paso del tiempo quedó vigente por siempre.

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