Cantante, compositora e investigadora de la voz Latinoamericana, la argentina Soema Montenegro mezcla los sonidos y las imágenes de los paisajes de la selva, la montaña y lo originario. Con una poesía particular, esta artista vanguardista consigue la conexión entre la voz y los sonidos: lo de ella es la experimentación constante. Se trata de una artista con gran personalidad y fundamental en la escena musical del continente en los últimos diez años. En la actualidad está presentando el cuarto disco de su carrera, “Camino a la templanza” que, como bien ella define, “simboliza la fluidez entre pasado, presente y futuro”. Sus invitados de lujo son Kevin Johansen y Sara Mamani.
Por Sebastián Duarte
“Soy la niña anciana, despojadita voy, como el cacao amargo, perfumadita estoy”. Así comienza el nuevo trabajo discográfico, “Camino a la templanza”, de una de las voces más importantes de Sudamérica, la talentosa Soema Montenegro. La misma mujer que desde los veintipico se ocupa de los sonidos y raíces ancestrales, tanto de otras tierras como de la propia, tanto de otras culturas como la de sí misma: parte de su sangre es guaraní, del litoral argentino.
Soema es una artista multifacética: cuenta con la virtud de saber difundir músicas diversas a través de sonidos que consigue con maestría, ya sea con un ukelele, una guitarra o un tenedor y un cuchillo, cualidad sobresaliente, que aúna a su maravillosa voz a través de la canción.
A lo largo de su trayectoria, ha recibido elogios de la crítica internacional como artista multidisciplinaria. Soema además participó, en 2010, en el documental «The take away show #100” del reconocido director francés Vincent Moon.
En estos años actuó en importantísimos festivales de la escena de word music, por ejemplo en Marruecos, España, Francia, Suiza, Bélgica, Australia, Alemania, Polonia, Chile, Colombia y en Estados Unidos. Asimismo, en marzo pasado participó del Festival Psicodália en Brasil, así como también recorrió otras ciudades del inmenso país hermano.
-Soema, tu disco nuevo es ecléctico desde el plano musical, donde conviven los folklores, la electrónica e incluso aparece hasta el dos por cuatro; aunque a su vez tiene un concepto bien definido en torno a lo espiritual, ¿cómo nació la idea?
-Se fue dando a medida que fui contemplando el disco. Tengo un tarot. Me gusta atravesar el sentido de las fuerzas de la naturaleza, la energía y relacionarlo con la cotidiano. El tarot, lo mágico existen aquí. De pronto me apareció la carta de la templanza, justamente esta última palabra y su concepto me gustaron. Imaginar cuál era ese camino, la energía que me estaba rodeando, un viaje desde el interior al exterior, y así nacieron la música y las energías que dan como fruto al disco.
-¿Por qué te interesaste en la mandrágora, que es una planta medicinal de origen europeo?
-La llevé a una conjunción del mundo latinoamericano y la relación con lo africano. Más allá de que sea una planta originariamente europea, la mandrágora es tan enorme que traspasa lo europeo. Sus raíces fueron utilizadas durante la historia en rituales mágicos, ya que sus bifurcaciones tienen cierto parecido a la figura humana. Aún se sigue utilizando esta planta en rituales.
En este trabajo abordo diferentes estados. Sobre todo hay temas con banda y otros más reflexivos, más para adentro. Volviendo a lo de la planta, intento abordar entre lo oscuro y luminoso. Músicas para adentro y para afuera. Hay una búsqueda de conciencia de amor.
-A lo largo de tu carrera siempre te moviste dentro del terreno reflexivo.
-Creo que lo reflexivo nace solo. Me gusta el sentido de lo reflexivo. Siempre me planteo lo que estoy haciendo. Necesito un por qué desde lo político, social, son capas del estadio, siempre me sucedió. Cuando era niña era muy difícil obligarme a hacer algo sin que yo lo sintiera. Pasaba como rebelde.
-Creciste entre la provincia de Buenos Aires y el NEA, ¿todo eso influyó en lo que hoy es tu arte?
-Mi niñez fue en el conurbano bonaerense, en zona donde hay campo, en González Catán. Había mucho paisaje. También iba al litoral, estaba con mis abuelos en las vacaciones. Era un mundo muy mágico. Y bajaba de un espacio directamente hacia la selva.
-¿Seguís frecuentando el litoral argentino?
-Cuando puedo, voy. Hace tres años que no voy. Además aún parte de mi familia está en Misiones. En zona de frontera con Brasil, en Iberá y Posadas. Yo tengo raíces guaraníes por parte de mi abuela. En realidad mi bisabuelo era español y se juntó con mi bisabuela de origen guaraní.
-¿Y cuándo se produjo tu revisionismo hacia lo ancestral?
-A los veinticuatro años tuve un despertar hacia las costumbres ancestrales. Ahora tengo cuarenta. El interés comenzó cuando investigué en un grupo performático local que conformaba. Cuando entonaba yo sentía que volvía a un sentido antiguo interior, que resultaba liberador. Fue ahí que caí en una historia familiar tapada que tenía que ver con lo originario. La familia, con el paso del tiempo, negó ese espacio como para sobrevivir. Entonces yo busco recuperar esa historia.
-¿Con qué se encontrará tu público en La Usina del Arte el sábado próximo?
-Voy a presentar el nuevo disco y habrá invitadas, tales como Charo Bogarín y Sara Mamani. También estará Cristina Pérez, una pintora investigadora andina, que estrenó un documental llamado Sirena Mestiza. Es muy interesante lo que hace, incluso fue hasta el Lago Titicaca para estudiar el tema. Ella hizo la pintura para la tapa del sencillo de Mandrágora, se lo puede ver en spotify.
Soema Montenegro presenta “Camino a la templanza” en La Usina del Arte (Agustín R. Caffarena 1, 1157, La Boca, C.A.B.A.) el sábado 8 de junio a las 21 horas.
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