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PADRES DEL SKATE PUNK ARGENTINO

PADRES DEL SKATE PUNK ARGENTINO

Massacre Palestina fue la banda pionera del estilo skate punk rock local. Inició su carrera en 1987 y este año cumple treinta años de trayectoria. Su festejo arrancó con la reapertura de La Capilla, el año pasado, en un pequeño reducto de culto donde debutó en noviembre de 1987. Conversamos con Wallas, su frontman, que en los inicios del grupo oficiaba de guitarrista.

Por Sebastián Duarte

Fue un miércoles de agosto por la noche. Reabrió La Capilla, un mítico lugar que albergó al under del rock porteño en los lejanos ochenta y principio de los noventa. Allí se solían subir a tocar Los Twist, Soda Stereo o Los Siete Delfines. Este lugar fue un antro dark hace décadas, donde se refugiaban los góticos de Buenos Aires, entre luces rojas y sombras. Se reabrió por una razón: Massacre Palestina. Este conjunto argentino fue el responsable de difundir, de manera pionera, el skate punk rock en Buenos Aires, sobre el mismo escenario al que se sube hoy, pero aquella primera vez fue en noviembre de 1987, cuando debutó. Comandada por Wallas, la banda celebra sus tres décadas de vida, con ocho discos de estudio a cuestas. Y los primeros festejos se desarrollan con un mini concierto para pocos -cuyas canciones elegidas, en su mayoría, son de sus primeros años-, que luego tuvo como corolario el desembarco en el Estadio Obras Sanitarias.

Dentro de la Capilla, que alguna vez fue realmente una capilla, todo lucía como hace décadas: las paredes antiguas y gastadas; las sombras, las luces rojas, el escenario con su vistosa cúpula superior, su imponente arquitectura que capta la atención de muchos nostálgicos como este cronista, así como la de los más jóvenes, que no lo conocieron antes por una cuestión generacional. Para los más veteranos dentro del rock, estar aquí es como entrar en el túnel del tiempo.

Ahí están los músicos de Massacre, de nuevo; ahí están sus amigos de distintas épocas, ahí estamos los periodistas, también, disfrutando del encuentro. Hay pizzas para todos, sánguches, en bandejas, que van y vienen, cervezas que reparten unas bonitas rubias y sabrosos helados artesanales para todos.

Para la ocasión, la gran banda que arremetió a fines de los ochenta con el punk californiano, desempolvó y colgó en las paredes viejas de este local, de estilo gótico, tablas de skate, decenas de muñecos con caras de payasos, también afiches y “trapos” que solían utilizar en los conciertos de sus inicios. Esa noche todo lució como fue entonces, pero la agrupación, con la siguiente formación: Guillermo Cidade, alias Walas (voz -fundador-), Pablo “el Tordo” Mondello (guitarra -sustituyó a Wallas cuando pasó al rol de vocalista-), Lucio “Bochi” Facio (bajo), Federico “Fico” Piskorz (guitarra y sintetizador) y Carlos “Charly” Carnota (batería).

-Wallas, ¿qué se sientió volver al primer amor, al primer lugar, a los inicios?

-Por aquí merodeaban Pipo Cipolatti con Los Twist. Los Sumo también. O bien Gustavo Cerati. Fueron muchos los que anduvieron por aquí, por su escenario o bien girando en las noches. Aquí debutamos nosotros, en noviembre de 1987. Este espacio es símbolo de la historia cultural del under argentino. Es el altar donde nos juntábamos en los ochenta cuando éramos adolescentes. Acá en la década del setenta tocó Astor Piazzolla y cantó Nacha Guevara. Un día fuimos a Teatro ND a ver un show y pasamos por aquí. Ahí empezó a rondarnos por la cabeza la idea de reabrirlo, de reanudarlo.

-¿Qué extrañás de aquellos primeros años, cuando Massacre Palestina fue banda de culto?

-Cuando se confirmó lo de acá, fue como un sueño. Abrir las puertas, encontrarse con el polvo del lugar, sus paredes gastadas, sacar de nuevo nuestras banderas antiguas, reencontrarnos con nuestros afiches de otros tiempos, de los ochenta. Sin duda volvemos a revivir los primeros años de nuestra historia. Hay que pensar que pasaron treinta años, de los cuales durante veinte pertenecimos al underground y los últimos diez ya nos vinculamos con el mainstream. Hoy nos sale eso de llegar de nuevo al espíritu de los sótanos, desde donde saltamos a los grandes festivales. Pero para nosotros ese paso fue llevar ese espíritu under que nunca dejamos de tener, y trasladarlo a esos encuentros de bandas grandes y cervezas como sponsors. De pronto lo nuestro le gustó a la gente, también a la prensa. Así se dio el camino.

-¿Considerás que marcaron un momento bisagra en la historia del punk argentino?

-Acá, en La Capilla fue el primer lugar donde se vio el pogo, el mosh y el slam. No es de agrandado que lo cuento, pero con nosotros empezó todo eso en Argentina. Fuimos los que iniciamos eso en este país. Eran épocas de los Dead Kennedys, Blag Blag y otros tantos grupos que no todo el mundo conocía. Fue muy importante toda esa cultura en aquel momento. Pero hay que ser claro: éramos no más de cincuenta personas a las que nos importaba todo eso.

-Es muy larga la historia del Massacre Palestina y también hubo mucha gente que acompañó a la banda en sus diferentes momentos, ¿qué recordás de un amigo de ustedes llamado Rapaes, que cayó preso, y a quien dedicaron un concierto en una penal?

-A fines de los noventa tocamos en el penal de Olmos, un lugar donde estaban todos los encausados, que aún esperaban el juzgamiento. A nuestro amigo lo conocíamos de Mar del Plata, donde terminó cayendo en cana. Era la época en la que se metía la cocaína en las tablas de surf y se vendía hacia afuera. Por ese motivo cayó preso nuestro amigo. El día que tocamos en Olmos, él estaba allí. Eran miles de internos en un patio enorme. Y le dedicamos a él el show.

-Vos que tenés autoridad para hablar de punk rock, ¿qué pensás que fue sucediendo con el género a lo largo de estos años?

-En los noventa tuve la primera disqueria de punk en Buenos Aires, se llamaba La Lupita. Eran tiempos en los que se puso de moda Green Day y Offspring. Muchas bandas que habían dejado de tocar, de pronto se subieron al negocio del marketing que generaron las bandas de ese momento. Nosotros queríamos hacer punk cuando arrancamos, no nos importaba otra cosa, apostábamos a la filosofía punk, esa misma que después fue manoseada por el mercado y por cierta gente.

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