-Gran Martell está cumpliendo catorce años, ¿cómo se conocieron ustedes? ¿Son oriundos de la misma zona del conurbano?
-A Jorge lo conocí cuando él tocaba la batería en Divididos. Por otra parte, yo pregunté por un bajista a Alejandro Seoane, de Buddha Sounds. Justo Gustavo Jamardo se había mudado y lo conocí a través suyo.
-¿Haber tocado para Natalia Oreiro fue el puntapié para que regresaras a Argentina, tras años en España?
-Hice su gira, cuando ella arrancó. Yo aún vivía en Europa y entonces me sumé a su tour. El puntapié para quedarme ya tuvo que ver con el inicio de Gran Martell, junto a Jorge Araujo. Y a partir de eso, reciclé O.M.O. (Obras Más Organizadas), la banda que tenía, que era música con imagen. En esa banda que tenía antes, solía invitar a Mariana Baraj y a músicos de Divididos. Luego llegó Gran Martell, que se armó muy rápido y enseguida salimos a tocar. Hicimos varios álbumes y el último, que es un gran trabajo.
-El rock del Oeste del Gran Buenos Aires tiene una característica: además de ser power, cuenta con un condimento de folclore, ¿a qué se debe ese rasgo?
-El Oeste siempre se caracterizó por el agite. Yo no sé si exactamente viene de la zona oeste esto del folclore con rock. Sé que se lo suele asociar a través de Divididos, tanto porque Ricardo Mollo y Diego Arnedo eran del Oeste. Yo recuerdo que también tocaban tangos en la zona del oeste nuestros mayores. Yo tuve tíos que tocaban folclore y tango. Sí hubo exponentes como Divididos que mezclaron estilos. Así como en el sur del conurbano siempre hubo expresiones bluseras, a través de Manal y Vox Dei, por ejemplo. Entonces se fueron dando esas caracterizaciones.
En el Oeste estaba el Estudio El Cielito, donde nacieron cosas folclóricas. A lo mejor influía, en su momento, que estaba en una zona más abierta, tenías las estrellas, los árboles y se daba para tocar una zamba. La Capital Federal es más urbe y veloz en todo sentido. Si te vas para el lado de Luján, también tocan mucho folclore. Pensando un poco esto que me decís, Gustavo Santaolalla era de El Palomar, de una zona oeste folclórica. Y tipos como él son refrentes del rock.
-Vos tenés muchos proyectos musicales a la vez, ¿cómo hacés para organizarte?
-Estoy con varios proyectos. Con Gran Martell estamos cerrando la etapa de presentaciones de nuestro último álbum, 4. Por otra parte ando con un proyecto solista que incluye un solo set de guitarras, Dub Station llamo a esta aventura, como también se llama mi estudio. En paralela hago música para documentales y bandas sonoras para películas. A su vez toco en Ararat, junto a Sergio de Los Natas. Ahí yo me ocupo más los teclados que de la guitarra. Además armamos un proyecto de cuatro músicos, algo nuevo, junto a Rolando Castelló Junior, Alejandro Taranto y Tito Fargo. Y mi otra actividad es en la Kermesse Redonda, algo que nació entre Sergio y Semilla, quienes antes ya hacían juntos SemiDawi. Un día decidieron hacer una presentación oficial y llamaron a Piojo Ábalos, Conejo Jolivet, Willy Crook, Walter Sidotti y a mí. Así se armó “los decorados”. Tiene que ver con las imágenes redondas, más allá de la música. Hacemos presentaciones muy acotadas de público. Solemos presentarnos cada dos meses.
-¿Con qué contexto social te topás cuando salís de gira por el interior del país?
-Si no hay un momento para estar tranquilo y disfrutar no es un buen síntoma. Cuando uno está triste y preocupado es necesario un momento de dispersión y la música es un espacio. . El público que nos viene a ver no es meno, es gente que ya tiene su proyecto de vida. Y lo que sucede se resiente en ellos. Hoy no es fácil salir a tocar, salir de gira: el traslado, el hotel, a veces se complica por cortes de ruta, paros, ese tipo de cosas condicionan, el contexto de la actualidad. El público que nos viene a ver es una maravilla. A veces no es que hay mucha gente, entonces armamos planes junto a bandas locales.
-¿Qué lectura hacés del nuevo rock, de los nuevos músicos que te cruzás a menudo?
-Hay muy buenos músicos y artistas que si no están en Buenos Aires les cuesta trascender. A veces llegamos a lugares muy devastados, como Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, donde hubo inundaciones. Los músicos jóvenes son sorprendentes, tocan muy bien. Yo tengo contacto con ellos además porque me dedico a producción de bandas independientes. Se me acercan los chicos. Ellos quieren ser músicos de rock. . Vos pensá que antes, en mi juventud, no era bien visto para la sociedad ser músico. Las familias en general querían que uno sea profesional normal. Yo tuve la suerte de que mis padres me apoyaran. . YO salí a rodar por mi cuenta ya de muy jovencito. Yo me la jugué.
-¿Cuando vivías en España te tocó atravesar algún momento económico difícil por apostar a la música?
-Paralelamente a la música tuve otra actividad. Me moví por varios rubros a la vez, en tiempos en el que no estaba en el país viviendo. Pero por suerte la guitarra me dio de comer. Soy una persona a la que le gusta aprender del momento. Yo soy maestro mayor de obras, estudié en industrial. Eso me dio recursos. También sé trabajar la madera, hice trabajos de ebanistería. Hoy es un hobby, pero si pinta algo interesante para hacer, lo hago. Hoy por hoy tengo una agenda muy colapsada con tema de la música, con temas del estudio de grabación. Y cuando tengo un rato libre trato de descansar u poco. Además se viene el invierno.
-A tu criterio, ¿un frontman tiene más ventajas garantizadas que el resto de los integrantes de un grupo de rock?
-Cuando regresé, tuve que recuperar mi carrera en Argentina. Cada tanto, cuando venía de visita, me invitaba Divididos. A diferencia de otros grupos, en Gran Martell es distinto el tema del frontman, porque no lo hay, somos todos músicos, no es tan piramidal y cantamos los tres. Nos gusta romper esquemas. Es cierto que siempre resulta más fácil para entrar al mercado cuando existe un frontman como Luca Prodan o el Indio Solari. Con un referente, siempre la carrera y llegada masiva es más rápida. De hecho, cuando el cantante arranca una carrera solista, el sufrimiento es de todo el resto de los músicos que tocaban con él. Recuerdo las épocas cuando las compañías seducían a los cantantes por una buena guita para que se lanzaran como solistas. Los grupos humanos son muy importantes para proyectos en conjuntos. Sin eso es complicado. Por lo menos para mi forma de ver.
-Vos tenés algunos temas compuestos con Los Redondos, ¿están registrados a tu nombre?
-Hice canciones con Los Redondos pero no se grabaron, sin embargo claro que las autorías me pertenece, también. Además fui coautor con Luca Prodan, en la época de la Hurlingham Reggae Band, pero le cedí los derechos porque quise hacerlo, de manera de agradecimiento; todo eso fue el puntapié inicial, y a través de lo vivido y aprendido, luego llegué a grabar discos de manera profesional. Fueron tiempos de aprendizajes importantes para mí. Antes todo formaba parte del barrio, era así. Pero mirá lo importante que fue que hoy en día estoy tocando para tres generaciones. Viene gente de mi edad con hijos y con nietos.¡Es tremenda la satisfacción de que me ve gente así y que además tiene ganas!
Más allá de que sea cierto que existía cierto liderazgo de dos integrantes en los Redondos, tomé la decisión de salir a la búsqueda. Ya estaba pisando los treinta años y quería viajar. Pensaba: “si no me muevo ahora, no me muevo más”. Los Redondos estaba manejado por Poli, Skay y en cierta forma por el Indio Solari. Ha pasado mucho tiempo de todo aquello. Actualmente me veo con los músicos del grupo. Por ejemplo Semilla Bucciarelli es papá y tiene dos hijas grandes.
En estos tiempos, los grupos, por lo general, tienen cierto orden. A veces a través de sus líderes o con managers, pero alguien que dirija el camino es importante. Antes el rock era muy anárquico y afluía lo heroico, es que veníamos de la dictadura.
-¿Con el Indio y Skay no te ves?
-Los crucé varias veces. Pasa que hay diferencias entre ellos. A Skay me lo crucé hace varios años. No me pasó de armar una relación de vernos seguido. Con los otros músicos sí me pasó. Es otra manera de relacionarse. Nos cruzamos y nos saludamos con Skay, sólo eso.
-¿Escuchás músicas del mundo?
-Al estar mucho tiempo viajando, el audio es variopinta. Compré mucha música en las calles de diferentes países, por ejemplo en Moscú. La música negra tribal africana me gusta mucho. También el rock industrial del norte europeo. Por otra parte escucho algo de folklore latinoamericano. Por ejemplo produje La Fernández Fierro, dos discos suyos. Indagué en eso, en su tango. Aparecieron en mis manos discos y música de los años cuarenta. Me meto mucho a escuchar e indagar cómo grababan y qué elementos utilizaban.
-¿Q te queda por hacer?
-El Solo Set con diseño de imagen. En julio haré una presentación chica en Hurlingham. Me gustaría profundizar mi relación con el cine respecto a la música. Igualmente estoy trabajando con un director colombiano que vive en Nueva York, y sale bien lo que venimos haciendo. Ese tipo de tareas tiene otro biorritmo de trabajo. Existen otras sensibilidades de trabajo en el terreno del cine.
-¿Qué consejos le das a los guitarristas jóvenes, que recién están dando sus primeros pasos?
-Si hay mucho información, te puede nublar. Lo importante es que vos te encierres con tu instrumento, que busques el ida y vuelta con tu instrumento musical. Que aprendas a autoproducirte desde ese contacto que se genere, que la información no te opaque. Hoy en día hay mucha tendencia de gente opinando en todos lados, incluso en las redes sociales, pero veo que hay gente que muy pocas horas se encierra con el instrumento a tocar. ¡Por favor, no aflojen!
Gran Martell celebra sus 14 años en el domingo 8 de julio en La Usina del Arte (Sala Auditorio (Caffarena 1, esquina Pedro de Mendoza), a las 21 horas.